¿Quién puede recibir el Bautismo? (Segunda parte)


Lo puede recibir todo ser humano, aún no bautizado, y sólo él.
Bautismo de adultos: En los orígenes de la Iglesia cuando todavía empezaba a proclamarse el evangelio, el Bautismo de adultos era la práctica más común.

El catecumenado que es la preparación para el Bautismo, ocupa un lugar importante. Iniciación a la Fe y a la vida cristiana, el catecumenado debe disponer a recibir el don de Dios en el Bautismo, la confirmación y la Eucaristía.

La formación de los catecúmenos tiene por finalidad permitirles a ellos, en respuesta a la iniciativa de Dios y en unión con una comunidad eclesial llevar a madurez su conversión y su Fe. Los catecúmenos ya están unidos a la Iglesia, pertenecen a la casa de Cristo. La iglesia desde ese momento los abraza con amor tomándolo a su cargo.

El Bautismo de niños

Ellos nacen con una naturaleza caída y manchada por el pecado original, los niños necesitan también el nuevo nacimiento en el Bautismo para ser liberados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios, a la que todos los hombres están llamados.

Los padres cristianos deben reconocer que esta práctica corresponde también a su misión de  alimentar la vida que Dios les ha confiado.

La práctica de bautizar a los niños pequeños es una tradición antigua de la Iglesia. Está atestiguada desde el siglo II. Sin embargo es posible que, desde el comienzo de la predicación apostólica, cuando varias casas enteras recibieron el Bautismo, se haya bautizado también a los niños.

¿Quién puede bautizar?

El Obispo y el presbítero y, en la Iglesia latina, también el diácono. En caso de necesidad, cualquier persona, incluso no bautizada, si tiene la intención requerida, puede bautizar. La intención requerida consiste en querer hacer lo que hace la Iglesia al bautizar, y emplear la fórmula bautismal trinitaria.

La necesidad del Bautismo

El Señor mismo afirma que el bautismo es necesario para la salvación. Por ello mandó a sus discípulos a anunciar el evangelio y bautizar a todas las naciones. La Iglesia no conoce otro medio que el Bautismo  para asegurar la entrada en la bienaventuranza eterna; por eso está obligada a no descuidar la misión que ha recibido del Señor de hacer renacer del agua y del Espíritu, a todos los que pueden ser bautizados. Dios ha vinculado la salvación al sacramento del Bautismo, pero su intervención salvífica no queda reducida a los sacramentos.

Desde tiempos atrás la Iglesia tiene la convicción de que quienes padecen la muerte por razón de la fe, sin haber recibido el Bautismo, son bautizados por su muerte con Cristo por Cristo. Este Bautismo de sangre como el deseo del Bautismo, produce los frutos del Bautismo sin ser sacramento.

A los catecúmenos que mueren antes de su Bautismo, el deseo explícito de recibir el Bautismo, unido al arrepentimiento de sus pecados y a la caridad, les asegura la salvación que no han podido recibir por el sacramento.

En cuanto a los niños muertos sin bautismo, la Iglesia solo puede  confiarlos a la misericordia divina. En conclusión la misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y la ternura de Jesús con los niños: dejen que  se acerquen a mí, no se lo impidáis (Mc 10, 14), nos permite confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo.

La gracia del Bautismo

La inmersión en el agua evoca los simbolismos de la muerte y de la purificación, pero también los de la regeneración y de la renovación. Tiene varios efectos, pero los principales son: la purificación de los pecados y el nuevo nacimiento en el Espíritu Santo.

Para la remisión de los pecados: por el Bautismo, todos los pecados son perdonados, él pecado original y todos los pecados personales, así como todas las penas del pecado. No obstante en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del pecado, como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida como las debilidades de carácter.

Una criatura nueva: El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace también del neófito una nueva creación (2 Co 5,17),un hijo  adoptivo de Dios que ha sido partícipe de la naturaleza divina (2 Pe 1,4),miembros de Cristo, coheredero con El y templo del Espíritu Santo. Incorporados a la Iglesia Cuerpo de Cristo: El Bautismo hace de nosotros miembros del cuerpo de Cristo. Por tanto somos miembros unos de los otros) Ef 4,25). El Bautismo nos incorpora a la Iglesia.

Hecho miembro de la Iglesia el bautizado ya no se pertenece a sí mismo, sino al que murió y resucitó por nosotros. Del mismo modo que el bautismo es la fuente de responsabilidades y deberes, el bautizado goza también de derechos en el seno de la Iglesia: recibir los sacramentos, ser alimentado con la palabra de Dios y ser sostenido por los otros auxilios espirituales de la Iglesia.

Los bautizados por su nuevo nacimiento como hijos de Dios están obligados a confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio de la Iglesia y de participar en la actividad apostólica y misionera del pueblo de Dios.

El vínculo sacramental de la unidad de los cristianos: El Bautismo constituye el fundamento de la comunión entre todos los cristianos, e  incluso con los que todavía no están en plena comunión con la Iglesia católica. Por consiguiente, el Bautismo constituye un vínculo sacramental de unidad, vigente entre los que han sido regenerados por él.

Un sello espiritual indeleble: El sello bautismal capacita y compromete a los cristianos a servir a Dios mediante una participación viva en la santa liturgia de la Iglesia y a ejercer su sacerdocio bautismal por el testimonio de una vida santa y de una caridad eficaz.


Santa Isabel Mojica Mejía

Novicia MAR



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