LECTIO DIVINA. XIV DOMINGO TIEMPO ORDINARIO, CICLO A- Mt.11,25-30

TE DOY GRACIAS PADRE,..
VENGAN A MÍ...



CONTEXTO:
En las lecturas de este domingo hay un tema clave que es la humildad. El profeta Zacarías (primera lectura) nos relata sobre la presencia de un rey  poderoso que con modestia viene cabalgando un asno. Sin duda alguna, se trata de una mirada anticipada del Señor que entró a Jerusalén sobre la sencillez de un asno, mostrándose como el Mesías cercano con los más desfavorecidos de aquel entonces. Esas palabras del profeta seguramente fueron dichas para que el pueblo se preparara a recibir un Mesías pobre y humilde, pero el pueblo judío siempre esperó un Mesías victorioso e imponente; de ahí que Jesús no fuera reconocido como Mesías, e incluso fuera rechazado.  En Jesús, el Señor, vemos a aquel que compartió con los pobres y los ricos, con los poderosos y los débiles, y a todos los amó por igual. El gozo de Jesús está en la certeza de que quien tiene un corazón manso y humilde es capaz de captar el mensaje que El trae para su salvación.

Nuestro texto se inserta posterior a las amenazas que profiere Jesús en contra de aquellos que no lo han reconocido (vv. 20-24). En este texto, muy por el contrario, se alegra por aquellos, sencillos y humildes, que han aceptado su mensaje. 

ESCUCHEMOS…

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 11,25-30.
En aquel tiempo, Jesús exclamó:
Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra,
porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos
y las has revelado a la gente sencilla.
Sí, Padre, así te ha parecido mejor.
Todo me lo ha entregado mi Padre,
y nadie conoce al Hijo más que el Padre,
y nadie conoce al Padre sino el Hijo
y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados
y yo os aliviaré.
Cargad con mi yugo y aprended de mí,
que soy manso y humilde de corazón,
y encontraréis vuestro descanso.
Porque mi yugo es llevadero
y mi carga ligera.

¿QUÈ DICE EL TEXTO?
Esta corta plegaria se lee también en Lc 10,21, como reacción espontánea y jubilosa de Jesús ante el resultado de la misión de los apóstoles: los pobres e ignorantes han recibido el anuncio y la realidad del reinado de Dios.

En el mismo contexto la transcribe Mateo. Es la oración mesiánica de Jesús ante la revelación sorprendente de Dios a los desheredados de este mundo. En una sociedad donde el prestigio era una forma de poder y de seguridad económica, la ignorancia era considerada no sólo como ausencia de conocimiento, sino como una marca sobre las personas que carecían de instrucción o enseñanza.

Ya en la época de Jesús, algunos grupos consideraban “malditos” a los que no conocían la ley en profundidad. Jesús denuncia esa falsa religiosidad. La salvación no depende de una mayor o menor pericia en la compleja interpretación bíblica, sino en la capacidad para captar el paso de Dios en la historia y de la disponibilidad para aceptar el llamado de Dios.

Junto con la Transfiguración, éste es uno de los momentos culminantes del evangelio. Un gozo exultante, fruto de su experiencia de Dios como Padre, infundido por el Espíritu, se expresa en esta confesión.

Jesús se transfigura e irradia luz de revelación, abriendo lo más íntimo de su espiritualidad: la predilección del Padre, su sentimiento filial y la misión que de Él ha recibido.

Jesús invita a todos los abatidos, a las personas agobiadas por los mecanismos de exclusión social y religiosa, y les propone llevar otro yugo, otra carga: el yugo de la libertad, que exige al mismo tiempo humildad, y mansedumbre, es decir, honestidad personal y capacidad de diálogo y tolerancia.

El que envía con autoridad a sus seguidores a una tarea que aparentemente excede toda capacidad humana es el único capaz de hacer que esa carga y ese yugo se transforme en experiencia de júbilo, indescriptible al ver cómo el reinado de Dios se va haciendo realidad entre los pobres y los sencillos, el mismo júbilo que invadió a Jesús.

Esta importante oración de Jesús contiene tres afirmaciones fundamentales:
1.  sólo el Hijo es capaz de revelar el verdadero rostro del Padre;
2.  la revelación del Padre se abre a los pequeños y se cierra a los sabios,
3.  todos los que están cansados y oprimidos pueden encontrar en Cristo alivio. La afirmación central es la primera; las otras dos le sirven de marco y expresan su contenido.
 
¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

Entro en oración. Me recojo imaginándome en “mi lugar” verdadero: estoy “en el Hijo y, en Él, en el seno de Padre, con su mismo amor.
Pido lo que quiero: el don del Espíritu, que coloca en el conocimiento y en la comunión entre el Padre y el Hijo.

ü Te doy gracias…yo también te bendigo, porque para eso nací para ser tu bendición.
ü Padre…y lo siento desde mis tuétanos…Abba, es el balbuceo del  Espíritu de Jesús que ora en mí, para encontrarme con un Dios papá, cercano, amoroso, dador de vida y santidad.
ü Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes…justamente  aquellos que han escalado cimas de conocimiento, no pueden abajarse para encontrarse contigo en el pobre, en el analfabeto, en el sencillo.
ü Se las has revelado a pequeños…porque antes el Señor se hizo pequeño, niño, menesteroso, hambriento; al calor de un establo y del amor tierno y entregado de una humanidad vulnerable.
ü Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito…fue tu decisión la encarnación, el desprendimiento, el abajamiento, el dejar a un lado el rango, la condición que a veces nos pesa tanto, para comprender que en el misterio cabemos todos; a nadie excluyes.
ü Nadie conoce bien al Hijo sino el Padre...unidad e intimidad trinitaria de un Dios amor que derrocha su cariño por los hombres.
ü Ni al Padre lo conoce bien nadie sino el Hijo…El conocimiento es el amor hacia el Padre, propio del Hijo.
ü Y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelarLas cosas “ocultas” a los sabios e inteligentes, el conocimiento mutuo entre el Padre y el Hijo, su amor, su único Espíritu que es la vida de ambos, es comunicado por el Hijo a los pequeños que lo acogen. Abba es la herencia de los pequeños, porque el pequeño vive del don, no tiene de otra cosa a qué aferrarse.

ü Venid a miinvitación imperativa de cada día a seguirlo a Él… a entrar en el Reino preparado para nosotros antes de la creación del mundo…es reinar para siempre.
ü Los que estáis fatigados y sobrecargadoscada día tiene su afán, su desgaste, su cansancio. Los pequeños y desheredados que han perdido todo…los oprimidos por el pecado, los que sufren por la injusticia y el odio, los que han perdido la garantía de sus derechos…los tristes y hambrientos tienen este derecho.
ü Yo os daré descanso…tu promesa siempre se cumple si tenemos fe en ti, si  nos abandonamos a tu palabra, si nos confiamos a tu misericordia. Me siento en casa cuando estoy en ti, en el amor del Padre y del Hijo.
ü Aprended de míinvitación a poner en ti la mirada, en tu forma de amar, de vivir y de morir, de entregarte, de humillarte, de ser feliz dándote a todos. El arte de ser feliz proviene de la Sabiduría que das tu…solo tú, nadie más. No está en los libros, ni en la inteligencia…es sabiduría del corazón.
ü Manso y humilde de corazóntú eres el manso por antonomasia, el que hereda la tierra. Es tu cualidad por excelencia, cuyo poder es servir y perdonar.
ü Mi yugo es suave…otros yugos son pesados, pero el tuyo no. Sólo el amor salva.
ü Mi carga ligera…La ley del amor no es un fardo que hay que llevar, sino un par de alas que lo llevan a uno…los que aman a Jesús, como las águilas, sus alas levantarándirá el profeta.

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?

Mi corazón rebosa de alegría, porque la alegría es un don que solo procede de Ti…mi alegría eres Tú, mi consuelo eres Tú, mi fortaleza eres Tú, mi vida eres Tú…Eres la fuente donde cada día quiero beber, vaciándome primero de todo aquello que impide llenarme de ti…

Mi bendición es para ti…yo soy tu bien, porque me has creado, tu eres mi Bien, porque de ti procedo…

Gracias Señor, por contarme entre los pequeños, por enseñarme el camino del abajamiento, porque los senderos que quiero elegir, están señalizados con tu palabra, y yo me fío de ti, aunque a veces no comprenda…

Gracias Señor, por llevarme de tu mano, sin soltarme para yo mirarte como mi Maestro, y nada más aprender de ti, que eres manso; y que al imponerme el yugo del amor, encuentro la libertad más preciada y auténtica que ningún ser humano pueda conseguir.

Y porque este tesoro es alcanzable solo para los humildes, los agobiados y cansados me invitas a seguirte entre ellos, para contagiarme de su sabiduría y reconocerte siempre cercano.

Si ves Señor que no te sigo, es porque he dejado el sendero de la humildad y la sencillez, y he seguido el derrotero de los sabios de este mundo; entonces Señor, atráeme hacia ti, para que desde el fango y el cansancio, pueda volver a escuchar: “vengan a mí”.

(…) ¿de qué te extrañas de que quien ama a Cristo y quiere seguirlo, por fuerza del mismo amor se niegue a sí mismo? Si amándose a sí mismo, el hombre se pierde, negándose se reencuentra al instante (San Agustín. Sermón  96,1)
  
NIEVES MARÍA CASTRO PERTÍÑEZ. MAR.






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