UNA CITA EN CASA DEL ALFARERO
Queridos lectores, en esta
oportunidad quiero compartir con ustedes unos versículos del capítulo 18 del
libro del profeta Jeremías que me impactó muchísimo cuando lo escuché la semana
pasada en una de las lecturas de la Eucaristía.
Trata sobre una invitación que
el Señor le hace a Jeremías de bajar a la casa del alfarero que allí Él le iba
hablar.
JEREMÍAS 18,2-6.
"Palabra que fue dirigida
a Jeremías de parte de Yahveh: Levántate y baja a la alfarería, que allí mismo te
haré oír mis palabras. Bajé a la alfarería, y he aquí que el alfarero estaba haciendo
un trabajo al torno. El cacharro que estaba haciendo se estropeó como barro en
manos del alfarero, y éste volvió a empezar, transformándolo en otro cacharro
diferente, como mejor le pareció al alfarero. Entonces me fue dirigida la
palabra de Yahveh en estos términos: ¿No puedo hacer yo con vosotros, casa de
Israel, lo mismo que este alfarero? - oráculo de Yahveh -. Mirad que como el
barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, casa de
Israel."
A veces nos pasa con la Palabra de Dios como a
los bebés que uno los coloca ante un espejo y les parece bonita la imagen que
en ella ven hasta que llegan a un punto que observan detenidamente y se dan
cuenta de que lo que están viendo es su propia imagen.
Que esto no nos pase a
nosotros con este texto que les comparto
sino que podamos vernos en ella y preguntarnos ¿Qué nos quiere decir? O a ¿Qué
nos invita?
En lo personal, creo que Dios
está constantemente obrando en mi vida, aunque en ella encuentre fracasos pero
no me abandona sino que con esos fracasos hace algo mejor como a Él le parece.
Esta es mi esperanza cuando
siento que mi vasija se está agrietando o está en peligro de romperse, “bajar a
la casa del Alfarero”.
Los invito a que no nos dejemos
engañar por el enemigo cuando nos dice que somos un caso perdido y que nuestros
sueños nunca se harán realidad. Al contrario, debemos ponernos en las manos del
Señor y dejarnos reparar por Él, así como se llevan los zapatos al zapatero
para repararlos o cuando una obra de arte se despinta se lleva al pintor. Cada
uno es enviado al restaurador quien con
su habilidad, logra que los daños desaparezcan y vuelva a ser la misma pieza
que salió de las manos de su creador.
Claudia Puac
Novicia MAR
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