LECTIO DIVINA, DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO “C”, Lucas 13,22-30
“Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán”
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Ven, Espíritu Santo,
y envía del Cielo
un rayo de tu luz.
Ven, padre de los pobres,
ven, dador de gracias,
ven luz de los corazones.
¡Oh luz santísima!
llena lo más íntimo
de los corazones de tus fieles.
nada hay en el hombre,
nada que sea bueno.
Lava lo que está manchado,
riega lo que está árido,
sana lo que está herido.
Dobla lo que está rígido,
calienta lo que está frío,
endereza lo que está extraviado.
Concede a tus fieles,
que en Ti confían
tus siete sagrados dones.
Dales el mérito de la virtud,
dales el puerto de la salvación,
dales la felicidad eterna. Amén.
Contexto
En el Evangelio de
hoy encontramos una pregunta, ¿son pocos los que se salvan?, y la
respuesta de Jesús se centra, no en cuántos, sino en cómo nos salvamos. Estas
palabras sorprenden como también asustan, porque Jesús habla de una puerta
estrecha, donde cada uno de nosotros hay que esforzarse para entrar por ella,
porque una vez cerrada no se abre y quienes lleguen retrasados serán expulsados
de mala manera, porque el dueño de la casa cerrará la puerta y no abrirá.
Además, en este pasaje escucharemos una de las lecciones más bellas de Jesús
sobre la mesa abierta del Padre para todos, mesa en la que el Dios del Reino
acoge a todos los hombres y mujeres del mundo. Es verdad que es gratuito, pero
se requiere un compromiso claro, el de las exigencias que plantea el
discipulado, para poder acceder.
Texto
Del santo Evangelio
según San Lucas (13,22-30)
22. Atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia
Jerusalén.
23. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Él les dijo:
24. «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos
pretenderán entrar y no podrán.
25. «Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis
los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: “¡Señor, ábrenos!” Y os
responderá: “No sé de dónde sois.”
26. Entonces empezaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y has
enseñado en nuestras plazas”;
27. y os volverá a decir: “No sé de dónde sois. = ¡Retiraos de mí, todos los
agentes de injusticia!” =
28. «Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham,
Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros
os echan fuera.
29. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la
mesa en el Reino de Dios.
30. «Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos.»
¿QUÉ DICE EL TEXTO?
Jesús va camino a
Jerusalén, y en este recorrido responde la pregunta planteada por uno de ellos.
Esta era una de las preguntas más debatidas en la época: ¿Cuántos serán
salvados? ¿Muchos o pocos?, y ante esta pregunta Jesús se dirige diciéndoles
que se preocupen por cómo se van a salvar y no preocupándose en la cantidad
procurando entrar por la puerta estrecha donde exige de uno mismo, de nuestros
esfuerzos, ya que muchos lo intentarán y no podrán, es decir, que los buenos
propósitos no son suficientes, hay que “hacer” cosas concretas para entrar.
“Cuando el dueño de la casa se
levante y cierre la puerta…” La
enseñanza anterior ahora es completada: debemos esforzarnos, es verdad, pero a
tiempo: un día, con nuestra muerte, la puerta se cerrará y ahí se decidirá
nuestro destino. Nosotros no disponemos del tiempo de manera indefinida,
Llegará el momento en que se cierra la puerta y quien desease estar dentro ya
debía haber entrado primero.
Como se puede ver, es Dios quien
cierra la puerta, no nosotros. La hora de la muerte se escapa a nuestro
control. De ahí que haya que estar siempre preparados.
En este momento la parábola describe
dos situaciones: la solicitud extemporánea para entrar y la declaración final
de la exclusión. El dolor inmenso de los que quedaron fuera del banquete ante
el precioso espectáculo de la salvación que perdieron. Jesús hace la aplicación de la parábola y así concluye su
enseñanza: “Hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos.
El dicho se
entiende observando la composición de la mesa. Los primeros (los judíos) y los
últimos (los paganos) pasan todos por la misma puerta: la exigencia es la misma
para todos. En el intercambio radical de lugares entre ellos vemos al mismo
tiempo una crítica para los primeros –que tuvieron la honra de pertenecer al
pueblo de Abraham y los profetas- y un anuncio de esperanza para los últimos
–que tuvieron todas esas ventajas históricas-.
La llegada de los
últimos no excluía a los primeros, pero estos mismos se hicieron últimos
–quedaron al nivel de los que antes no conocían a Dios- cuando se
auto-excluyeron de la comunión con Dios por no vivir en sintonía con su querer.
Al final, ante Jesús cada uno se hace “primero” o “último” según su decisión.
Finalmente, una
palabra de esperanza: quienes se hicieron “agentes de justicia” (lo contrario
de lo que dice el v.27) saben ahora que su identificación de vida con Jesús les
abrió las puertas del Reino no importando que no fueran “primero” miembros del
pueblo elegido.
¿QUÉ ME DICE EL TEXTO?
El texto me dice en
primer lugar que Jesús es quien me escucha y me dice que entrar por la
puerta estrecha, es muy difícil, porque lo más fácil no cuesta y lo más difícil
si, ya que implica cumplir compromisos y tener una cierta disponibilidad.
Además, lo que Jesús pretende y sugiere orientar sobre cómo debemos actuar para
entrar sin problemas a la casa- comunidad de sus seguidores y hermanos
nuestros, es estar adheridos a la persona de Jesús, optar por el proyecto de
Jesús, aun sabiendo que es un camino difícil y estrecho, lleno de obstáculos,
sacrificios y tentaciones; finalmente no creer, que, el hecho de pertenecer a
determinado pueblo, raza o religión, ni siquiera el llamarnos cristianos,
garantiza el ingreso y la salvación. Entrar o no entrar no depende del dueño de
la casa, sino de mi misma y de mi propia decisión de mi humildad y sencillez.
¿Hacia qué puerta me
estoy encaminando; busco comprometerme con Dios?
¿Qué significan los
dos términos usados por Jesús de “la puerta estrecha” y “la puerta cerrada”?
¿En qué me doy
cuenta que he tomado en serio el compromiso de la santidad? ¿Pienso que es algo
complicado y es mejor dejarlo para después?
¿En qué momento las
actividades que realizamos nos han hecho perder de vista la búsqueda de lo
esencial y nos hemos contentado con un mínimo esfuerzo?
¿Me considero una
persona que sabe luchar por el Reino y hacer cosas concretas a favor de los
demás?
¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?
Señor te
doy gracias una vez más por tu Palabra y te mensaje de vida. Te pido me ayudes
cada vez a entrar por la puerta estrecha con mucha humildad y sencillez, con valentía
y decisión, para que pueda escucharte a qué me llamas cada día de mi
existencia.
ORACIÓN FINAL
Ilumíname, Señor cada día, para que atreves del silencio interior te pueda escuchar, pueda
sentir tu presencia y comprender que no es posible alcanzar la santidad si mi
vida está dominada por la ley del menor esfuerzo. Amén.
fuentes: https://www.oblatos.com/lectio-divina-para-el-25-de-agosto-de-2019/
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