Conociéndonos



Vivir en la casa noviciado es una gracia, un regalo de Dios. La casa es espaciosa, clara, con paisajes hermosos y unos atardeceres que necesariamente nos llevan a dar gracias al creador. Es verdad que está en Bogotá, en un lugar alto y un poco frío, pero me he dado cuenta de que las que llegan de lugares cálidos, poco a poco se van acostumbrando.
Ver a las jóvenes formandas y percibir y escuchar sus deseos de entrega al Señor, llena de esperanza. Con su creatividad, día a día nos van sorprendiendo animando en el camino.
Percibir en las mayores su deseo de apoyar la formación, de disfrutar las iniciativas de las jóvenes o las propuestas de la maestra, ha sido muy alentador.
Poder disfrutar los espacios comunitarios : la oración, la lectio divina, las refecciones, la lectura y las recreaciones, con mayor calma y profundidad llena el corazón y nos ayuda a renovar la entrega.
Hay ambiente de silencio por el estudio y la reflexión, pero a la vez se comparte bastante en comunidad. Las comidas, la lectura y las recreaciones son espacios de comunicación y escucha.
Necesariamente uno se pregunta. ¿Qué es la formación? ¿Cuándo termina? Y nos sentimos en camino porque sabemos que estamos llamadas a identificarnos con Cristo, a tener los mismos sentimientos que tuvo Jesús. Y eso es trabajo de toda la vida.
Como Misioneras Agustinas Recoletas, sabemos que nuestro carisma es un don para la Iglesia, y a la vez una tarea con el compromiso de vivirlo de forma creativa en el hoy, mostrando que creemos en el Padre misericordioso.
La historia de la congregación nos anima a confiar y luchar como lo hicieron Monseñor Ochoa y nuestras hermanas Esperanza, Ángeles y Carmela.
El trabajo en el barrio, con la catequesis, la infancia misionera y las visitas a las familias, dan a las jóvenes elementos para su futura vida misionera y apostólica y nos ayuda a sentirnos en medio de un pueblo sencillo y necesitado que comparte su fe, alegrías y tristezas y espera una actitud de acogida, escucha y amor como lo haría el Señor.
La Palabra orada y compartida con frecuencia nos llama a la conversión, a mirar qué hay en nosotras, no acorde a lo que Dios quiere y a ponerlo ante el Señor con el deseo sincero de cambio.
Recordamos con frecuencia que Dios llama, actúa y da la gracia, pero que la primera responsable de su formación es la propia persona, en su deseo de responder con fidelidad a Dios, en su deseo de ser sincera y leal con ella misma. Hay medios, pero de nada serviría si no estamos empeñadas en querer, buscar y actuar como Dios quiere, mirándolo a Él como la razón de nuestra vida.
Solo Dios sabe a quién llama,  quien quiere que sea Misionera Agustina Recoleta. Nuestro trabajo es proporcionar los medios y a todas nos corresponde orar para que las decisiones de las formandas y de sus superioras, sean acertadas.
Sigamos pidiendo al dueño de la mies, envíe operarios a sus campos.

Elsa Gómez

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