PINCELADAS DE ESPIRITUALIDAD

El escrito presentado a continuación es una entrevista realizada al P. Fray Ángel Martínez Cuesta, que hace referencia a tres preguntas importantes en nuestra vida de seguimiento a Jesús,  que traído a nuestra vida  como M.A.R nos habla mucho de nuestra esencia y de nuestra razón de ser proyectada en la misión.
Son tres preguntas claves que nos ayudan a recordar y valorar nuestra historia y la riqueza de nuestro carisma unida a esta gran familia:
Tiene como eje central de reflexión la siguiente frase, “Los santos recoletos tienen en común el silencio, la sencillez y la humildad”, así mismo al tenerlo presente estamos llamadas a cuestionarnos acerca de estas tres virtudes ¿Qué tanto las estamos cultivando en nuestro día a día a la Luz de Cristo?
¿Qué tienen que aportar a la vida espiritual de la Iglesia los agustinos recoletos?
R.- Como agustinos nos toca subrayar –mimar diría yo– la vida común o vida fraterna en comunidad. Esa idea movió a Agustín a abrazar este género de vida y a llamar a otros a compartirla. Y como recoletos nos corresponde empeñarnos en dar concreción a esas ideas, cuidando al máximo las relaciones humanas y desterrando cuanto pueda entorpecerlas y empañarlas. En esa tarea resulta particularmente precioso el aporte de la sobriedad y de la sencillez, actitudes que preparan y abonan el terreno para que aquella germine, crezca y madure con relativa facilidad.

Otro de nuestros posibles aportes deriva de nuestra espiritualidad, es decir, de la interioridad o tensión contemplativa. Nuestra vida interior nos debe mover para ayudar a nuestros contemporáneos a redescubrir a Dios. Pero quizá nos falte convicción y tradición. Ni en nuestras parroquias ni en nuestros colegios ni en nuestras comunidades abundan los maestros, espacios y tiempos de oración.

Carisma
¿Qué queda del espíritu de la recolección que motivó el nacimiento de la Orden?
R.- La Historia no ha sido benigna con nuestra Orden. Hoy conocemos bastante bien nuestro origen, sabemos de dónde venimos y cuáles fueron los móviles e ideales de nuestros padres. Sabemos también cómo y cuándo embocamos la parábola descendente y cómo y cuándo ésta se consumó hasta quedar casi convertidos en un grupo de espiritualidad sacerdotal e individualista, alejada de la ascesis recogida y comunitaria de nuestros orígenes. Pero la fuerza de la inercia y el influjo de las estructuras creadas, y también una buena dosis de temor ante un carisma exigente, que requiere esfuerzo, estudio y creatividad, nos paralizan o al menos nos restan entusiasmo y nos colocan a la defensiva, contentándonos con imitar los modelos de vida religiosa del momento, que pueden ser muy buenos y muy dignos pero que no responden plenamente al modelo recoleto. No es, pues, hoy el desconocimiento de nuestro origen y de nuestro carisma nuestra carencia más grave. Lo que se echa en falta es la percepción y el aprecio de su valor, amén de una cierta dosis de valentía para afrontarlo con sinceridad y ánimo desapasionado.
Oración
P.- ¿Cree que es necesario un nuevo impulso en la Orden y en la Iglesia para redescubrir el valor de la oración? ¿Por qué?
R.- Creo que en estos últimos lustros hemos asistido a una cierta recuperación de la oración tanto en la Iglesia como en la Orden. Ya no se la ridiculiza como en décadas anteriores y tampoco se suele dudar de su valor. Los movimientos, asociaciones y personas carismáticas han reivindicado el papel irrenunciable de la oración en la vida cristiana. Todo ello ha cambiado el modo de pensar de los fieles, al menos de los más comprometidos, y desde luego también el de los frailes. Hoy se reza más. Pero este nuevo panorama teórico no ha desarrollado todavía todas sus potencialidades. En este campo queda mucho por hacer.

Santidad
¿Es posible ser santo siendo agustino recoleto? ¿Cómo?
R.- No creo que ningún agustino recoleto dude a la hora de responder a la primera parte de la pregunta. El simple hecho de ser una orden aprobada por la Iglesia nos asegura de que es un camino apto para alcanzar la santidad. Y la historia nos confirma en esa creencia. En todos los siglos, pero de modo especial en el primero, ha habido agustinos recoletos que han seguido de cerca a Jesucristo y han servido heroicamente a los hombres, predicando el evangelio y tratando de aliviar la vida de los hombres a su paso por este mundo.

Actualmente la orden espera la glorificación de cuatro hijos suyos. Son cuatro religiosos de carácter y biografía muy diversos, y eso ya me ayuda a responder a la segunda parte de tu pregunta. Ignacio Martínez (fallecido en 1942) se santificó en las soledades inmensas de Lábrea, dedicado en cuerpo y alma a la evangelización de sus pobres y escasos habitantes, muriendo solo, sin la compañía de un hermano que cerrara sus ojos y elevara al Señor una plegaria por su alma. Mariano Gazpio (fallecido en 1989) se adentró por los caminos de la santidad en las misiones de China y prosiguió con paso expedito en los claustros de Monteagudo y Marcilla. Alfonso Gallegos (fallecido en 1991) la alcanzó entre la juventud violenta y desorientada de las barriadas de Los Ángeles; y Jenaro Fernández (fallecido en 1972), entre papelotes de archivo, al lado de los enfermos y pobres de los barrios bajos de Roma, y tramitando expedientes o redactando votos para las congregaciones romanas. Los agustinos recoletos, pues, al igual que todos los cristianos pueden santificarse en cualquier parte del mundo y desempeñando cualquier clase de trabajo. Quizá existan algunos rasgos que no faltan en ninguno de nuestros santos son el silencio, la sencillez, la humildad y el cumplimiento fiel y callado de sus deberes comunitarios y pastorales. La humildad salta a la vista incluso en religiosos que nadie ha pensado en elevar a los altares, pero que el pueblo y los religiosos que convivieron con ellos siempre los tuvieron por santos.
COMENTARIO ADICIONAL:
En esta parte cabe mencionar el ejemplo de nuestro fundador y cofundadoras además de nuestra hermana Cleusa quienes se dejaron conducir por el Espíritu y responder desde situaciones tan hostiles al amor de Dios que estaban llamados a  difundir desde estar tres virtudes ya mencionadas.
 
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