Lectio Divina III Domingo de Pascua, CICLO A - Lucas 24,13-35

<<Quédate con nosotros, Señor>>

CONTEXTO

Los relatos de Pascua que describen los evangelistas, hay que entenderlos, más que nada, como descripciones de experiencias de fe en el Resucitado.

Son catequesis para describir y descubrir quién es Jesús, qué propone a los discípulos, y cuál debe ser el itinerario que éstos han de seguir para realizar su misión de apóstoles o evangelizadores.[1]

Este relato de Emaús es una bellísima enseñanza en torno a dos puntos:
·        ¿dónde se presenta el Resucitado?
·        ¿cómo encontrarlo en la realidad de la vida?

Lucas escribe hacia el año 85 para la comunidad de Grecia y del Asia Menor que vivían en una difícil situación, tanto interna como externa.

Dentro existían tendencias divergentes que hacían difícil la convivencia: por los fariseos que querían imponer la ley de Moisés, grupos estrechamente vinculados a Juan el Bautista que no habían oído hablar del Espíritu Santo, judíos que se servían del nombre de Jesús para expulsar demonios, existían los que se llamaban discípulos de Pedro, otros que eran de Pablo, otros de Apolo, otros de Cristo (1Cor 1,12).

Lucas escribe para estas comunidades, para que reciban una orientación segura en medio de las dificultades y para que encuentren la fuerza y la luz en lo vivido desde la fe en Jesús. Uno de los objetivos específicos es el de mostrar, mediante la historia tan bella de Jesús con los dos discípulos de Emaús, cómo la comunidad debe leer e interpretar la Biblia. [2]

En realidad, los que caminaban por el camino de Emaús eran las comunidades (y somos todos nosotros). Cada uno de nosotros y todos juntos, somos el compañero o la compañera de Cleofás (Lc 24,18). Junto a él, caminamos por los caminos de la vida, buscando una palabra de apoyo y orientación en la Palabra de Dios.

Puedes acceder por medio de este link a la reflexión del Evangelio sonoro de este domingo
TEXTO

Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y caminó a su lado; pero sus ojos estaban como incapacitados para reconocerle. Él les dijo: «¿De qué discutís por el camino?» Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que han pasado allí éstos días?» Él les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles que decían que él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.»

Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?» Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras.

Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le rogaron insistentemente: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Entró, pues, y se quedó con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su vista. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido al partir el pan.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

El Resucitado se presenta ante los discípulos en un recorrido de fe y de búsqueda, que va desde la situación dolorosa de éstos hasta la salida de Emaús para comunicar a sus compañeros el gozo del encuentro con Jesús Resucitado. Podemos señalar estos pasos:

a) Jesús se presenta en la historia humana, llena de sufrimientos con frecuencia. Los dos de Emaús caminaban de espaldas a Jerusalén (donde había sucedido el misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesús), de espaldas a la comunidad de discípulos, con los ojos cegados y entristecidos, sin ilusión, desesperanzados. Nosotros esperábamos (v. 21).

b) Jesús se manifiesta en su Palabra. El Desconocido catequiza a los dos de Emaús. Repasa la historia de la salvación para hacerles comprender el misterio de la cruz: que el Mesías tenía que padecer para entrar en la gloria (v. 26). Les explicó lo que decían de él las Escrituras (v. 27). Al fin, por la luz y el fuego de la Palabra, comentan: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras? (v. 32).

c) Jesús se revela al partir el pan. Ante la súplica de los dos discípulos: Quédate con nosotros, porque es tarde y está anocheciendo (v.29), el Resucitado, sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a ellos (v. 30). Es el momento luminoso cuando los discípulos reconocen totalmente al Resucitado. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron (v. 31).

d) Jesús está en la comunidad. Se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén (v. 33). Con la fe y la esperanza recuperadas, los dos de Emaús regresan a la comunidad que habían abandonado. Y estos dos, junto con los otros discípulos, a coro y con gran alegría, proclaman su experiencia del encuentro con el Resucitado.[3]

¿QUÉ ME DICE EL TEXTO?

Al leer hoy tu evangelio, Señor, puedo mirar tu gran bondad con aquellos que amas, con aquellos en quienes confías.

Sin duda esta palabra de hoy me invita a confiar en ti, a reconocerte en la fracción del pan y en la comunidad.

Me invitas a no ser necia y de corazón duro ante las dificultades y contrariedades propias de la vida, hoy me dices que te busque y que te pida momento a momento que te quedes conmigo, con mis alegrías y tristezas, con mis caídas y levantadas, pues sólo eres tu quien puede saciar mi alma y mi hambre y sed de ti.

¿QUÉ LE DIGO YO A DIOS?

Me fijo en los personajes:

Estos discípulos iban ensimismados en lo que había pasado, tenían sus ojos vendados porque no creían en tu resurrección, hasta el punto de perder la esperanza al decir: “esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel”, tuvieron que presenciar que tu partías el pan para poder asimilar tu presencia real.

Y ahora es donde me pregunto:
¿Cuántas veces he ido caminando ensimismada en mi misma y en aquello que no entiendo o que no me parece tangible?
¿Cuántas veces he dudado de que tu resucitaste y que por lo tanto habitas en mí, que estás en mi corazón y en mis hermanos que comparten conmigo en la cotidianidad?

Ayúdame Señor a mirarte, a contemplarte en la eucaristía, allí estás en el misterio más sagrado que nos has dejado: tu cuerpo y sangre.

Ahora me fijo en ti, mi Jesús: tu nunca invadiste ni impusiste nada a estos discípulos que caminaban a Emaús, dejaste que te explicaran lo que ellos estaban viviendo, los confrontaste diciéndoles “¡qué necios y torpes de corazón son para creer lo que anunciaron los profetas!”

Quisiste seguir tu camino pero aceptaste su invitación, te quedaste con ellos y les partiste el pan, los alimentaste no solo corporalmente sino también espiritualmente, fue allí donde pudieron abrir sus ojos y reconocerte.

Qué hermoso es Señor, que te quedes con nosotros, que podamos proclamar de corazón: ¡VERDADERAMENTE ESTÁS VIVO en mí, en todos.


Ayúdanos, Señor, a no esperar manifestaciones grandes de tu presencia, sino que en la cotidianidad podamos hallarte y de esta manera TOMARTE, PARTIRTE y REPARTIRTE a quien te necesite.

WENDERLYNG REYES/NOVICIA MAR



[1] http://es.catholic.net/imprimir.php?id=16999
[2] http://www.ocarm.org/es/content/lectio/lectio-divina-3-domingo-pascua
[3] http://es.catholic.net/imprimir.php?id=16999

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