LECTIO DIVINA SOLEMNIDAD DE CRISTO REY - Lc 23,35-43

CONTEXTO: Pertenece a la meta del camino de Jesús. La escena se desarrolla en el lugar llamado la Calavera, donde Jesús y dos criminales han sido crucificados. Durante la crucifixión (v.33), Lucas es el único en referir la palabra de Jesús pidiendo a su Padre que perdone a sus verdugos (v.34). El reparto de los vestidos es una cita implícita del Sal 22,19, queja del justo sufriente. El lector de Lucas puede establecer una relación con 9,58: el Hijo del hombre no tenía entonces una “piedra donde reclinar la cabeza”, ahora no tiene ni siquiera vestido.
¿QUÉ DICE TEXTO? El pueblo mira. Dos grupos y un individuo se burlan de Jesús: “los jefes” (Sumos Sacerdotes y el Sanedrín) y finalmente uno de los bandidos (v.39), siendo estas burlas la ocasión para que Lucas retome el tema de la salvación (la palabra “salvar” aparece cuatro veces). La reacción del segundo ladrón, su petición llena de fe a Jesús y la respuesta de éste son propias de Lucas (vv.40-43). La inscripción “Es el rey de los judíos” (v.38) se convierte para el “buen ladrón” en Palabra de Dios: la realeza de Jesús, para él, es divina. Su observación: “él no ha hecho nada malo” (v.41), será recogida de forma positiva por Pedro en el libro de los Hechos: “pasó haciendo el bien (Hch 10,38). “Acuérdate” es una expresión bíblica: cuando Dios se acuerda es que interviene. Aquí, Jesús interviene inmediatamente. “hoy estarás conmigo en el paraíso”  (v.43). “Este hombre acoge a los pecadores”, murmuraban escribas y fariseos antes de las tres parábolas de la misericordia.
Las burlas comienzan con “a otros ha salvado”. La escena acaba justamente con la salvación de otro, el buen ladrón. Entre tanto resuena tres veces la llamada a salvarse a sí mismo, introducida dos veces como las tentaciones del desierto: Si tú eres…, y la tercera con: ¿No eres tú…? Satanás debía volver en el “tiempo fijado” (4,13): no es incongruente hablar aquí de la “última tentación de Cristo”; está en juego la identidad de Jesús, Mesías (vv.35 y 39), “Elegido” (v.35), “Rey de los judíos” (vv.37-38); la última tentación es usar su poder en lugar de ser lógico hasta el final con la Buena Nueva anunciada, la del amor (el que pierda su vida, la salvará”, 9,24).
En la 1ª lectura (2 Sam 5, 1-3), David, elegido por Dios, es escogido como rey por el pueblo y recibe la unción (la misma raíz que Mesías). Esto introduce los títulos de Mesías, Elegido y Rey de los judíos dados a Jesús en el evangelio.  Pero las tribus dicen también a David: “Somos de la misma sangre que tú”, llamando así nuestra atención sobre la solidaridad del Elegido de Dios con todos por su compromiso hasta la muerte; es solidario con los que le condenan, los que se burlan, los que son ejecutados, tanto con aquel que se obstina en su rebelión como con el que se arrepiente. Esta realeza de solidaridad y de amor, la 2ª lectura (Col 1,12-20) la desarrolla bajo la forma de alegre himno. Los fragmentos del salmo 122(121) expresan la alegría de subir a Jerusalén, donde se encuentra la “sede del derecho”: todo cristiano está invitado, por la lectura y la audición del evangelio, a acudir al pie de la cruz de Cristo para descubrir su verdadera realeza[1].
¿QUÉ ME DICE  EL TEXTO? Me fijo primero que todo en la fiesta que celebramos: Jesucristo, Rey del Universo; en  este domingo también se clausura el Año la de la Fe. Cerramos con el triunfo final de Jesús. Él  es a un mismo tiempo la clave de bóveda y la piedra angular del mundo creado, “imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura, Cabeza del Cuerpo, que es la Iglesia, reconciliador de todos los seres”.
Me fijo en Jesús, en su silencio, en su sufrimiento, en su estar al lado de dos ladrones. Los historiadores nos dicen que la crucifixión tenía lugar entre horribles sufrimientos. Pero los evangelistas están lejos de pensar que es la cantidad de sufrimiento de Jesús la que nos salva. Lucas, nos muestra que es su amor el que nos salva. El amor de Cristo nos salva en la cruz; ha sido consecuente hasta el final, ha cumplido su palabra a cabalidad, ha dado testimonio del amor que le tiene el Padre; el Padre a su vez está junto al Hijo en su lucha; no frente a él como una voluntad arbitraria.
Me fijo en el buen ladrón; su petición llena de fe. De un árbol de la cruz al otro resuena un admirable diálogo en que el perdón y el árbol de la vida del paraíso se proponen a todos aquellos que piden a Jesús que se acuerde de ellos cuando vuelva en la plenitud de su Reino. Jesús, que no tiene nada aparentemente, lo ofrece todo y a la vez, lo que nadie puede ofrecer: el perdón, máxima expresión del amor, y el Paraíso. ¡Qué paradoja existencial tan  llena de sentido!.
El Reino nuevo de Cristo, que es necesario instaurar todos los días, revela la grandeza y el destino del hombre, que tiene final feliz en el paraíso. Es un Reino de misericordia para un mundo cada vez más inmisericorde, y de amor hacia todos los hombres por encima de ópticas particularistas. Es el Reino que merece la pena desear. Clavados en la cruz de la fidelidad al Evangelio se puede entender la libertad que brota del amor y se hace realidad "hoy mismo".
Me fijo en los adversarios; todavía están ansiosos para que Jesús les haga el milagro viéndolo  bajar de la cruz, y poder seguir creyendo en un Dios de poder y espectacularidad. La personificación de la maldad, la imposibilidad de creer, la confabulación con el mal es la experiencia más dolorosa y difícil que se puede afrontar, si no es con la fuerza y la gracia de Dios.
Me fijo en los mirones. ¿Habría entre ellos algún arrepentido? Todo el que pasaba por allí tenía una posibilidad de pensar, de sentir, de cambiar o de permanecer en la actitud de burla, desprecio e ignorancia ante la gran Verdad.
Me fijo por último en la inscripción: en esa gran verdad: aquí está el Rey de los Judíos. Cuando nadie cree en esto y todos se burlan, he aquí la gran ironía,  sólo un ladrón tiene el alcance de confiar y alcanzar la salvación por  el testimonio de Jesús, sin nada a su favor, más que su soledad y su cruz.
¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO?Cerramos ciclo litúrgico y el año de la fe, diciendo que tú eres nuestro Rey. Te veo en la cruz; veo  como se burlan los soldados,y te dicen que te salves. Reinas desde el perdón, desde el amor, en medio de tantas burlas, en el silencio; en el silencio del perdón y de la escucha.
¿Qué es el reino? El dominar tú. Tengo que estar apasionada de este reino. Con las actitudes que me dices hoy, desde la cruz eres el rey de la entrega, de dar hasta todo lo que tenías, hasta que no te quedó más. ¿Te dejaré reinar? Dejaré que seas el dueño de mi vida y lleves la barca de mi historia?Tú me dices: ¿me dejas que llene tu vida?. Serás feliz.
Reina en mí Señor. Tienes pasión por el hombre, por mí; reina en mi corazón, en mis pensamientos, en mis acciones. Tu eres mi único rey, el rey de mi vida, todo para mí; tu eres mi  alfa y omega,  mi principio y fin; mi anchura y largura; mi alba y ocaso; Quiero vivir entregando la vida hasta la muerte. Gracias por admitirme en tu corazón; tendré que oír también “hoy estarás conmigo en el paraíso”. Que aprenda las lecciones del reino: el amor, el servicio, la misericordia, la alegría y la paz. Tú eres el rey de los enfermos, los pobres y los agobiados. Que el trono de mi vida sea la cruz y tu reino.
Virgen, también reina y señora del amor y de la humildad;Tú y María seáis los verdaderos reinos de mi vida.

Anuncié rectamente tu justicia en la gran Iglesia (Sal 39,10). Se dirige a sus miembros y les exhorta a hacer lo que él hizo. El anunció, anunciemos nosotros también; sufrió él, suframos nosotros con él; él fue glorificado, también nosotros los seremos con él. Anuncie tu justicia en la gran Iglesia. ¿En qué medida grande? Está presente en todos los pueblos. ¿Por qué está en todos los pueblos? Porque es la descendencia de Abrahán en quien serán benditos todos los pueblos (Gn 22,18). ¿Por qué está en todos los pueblos? Porque su voz se extendió a toda la tierra (Sal 18,5). En la gran Iglesia. He aquí que no lo impediré a mis labios; Señor tú lo sabes. Mis labios hablan, no les prohíbo hacerlo. Mis labios suenan ante los oídos de los hombres, pero tu conoces mi corazón. No se lo impediré a mis labios,- Señor, tú lo sabes. Una cosa oye el hombre y otra conoce Dios.…El dijo: Acuérdate de mí, cuando llegues a tu reino, a lo que el Señor respondió: En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraiso. Hoy -dijo- estarás conmigo en el paraíso (Lc 23,42-43). El paraíso tiene árboles de felicidad: hoy estás conmigo en el madero de la cruz, hoy estarás conmigo en el árbol de la salvación.(San Agustín, Comentario al salmo 39,15)

Nieves María Castro Pertíñez. MAR

 



[1]Saout, Y. El evangelio de Jesucristo según san Lucas. Cuaderno bíblico 137. Claretianos, 2007, p.100-101.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

LA SENSIBILIDAD ESPIRITUAL

No llores si me amas. Carta de San Agustín a su madre (Santa Mónica).

Lectio del Domingo de Ramos Marcos 11, 1-10