LECTIO DOMINGO XX TIEMPO ORDINARIO. Lc 12,49-53


CONTEXTO: En este final del capítulo XII de Lucas descubrimos que las exigencias anteriores y las esperanzas de Jesús  se sitúan sobre un fondo de violencia y división. Los peligros se hacen concretos. Estos versículos van dirigidos a los discípulos.
¿QUÉ DICE EL TEXTO? v.49: El autor tiene una concepción positiva del fuego. No se trata del fuego destructivo del juicio, sino del fuego que alienta la Buena Nueva. El verbo “venir” es importante; atestigua que Dios ha enviado a Jesús y que éste último ha dado su consentimiento a esta misión: tiene también connotación escatológica ya que el que “viene” es una designación del Mesías. Fuego en el A.T. es fuerza destructora del mal (Lev. 13,52). Comprende un lenguaje parabólico. Él se sabe investido de una misión salvífica; y cree que su Dios no es débil y que castigará a los que no entren en la lógica del Reino. Lucas piensa en el fuego de la Buena Nueva y el Espíritu Santo. Jesús expresa aquí un deseo cuya  realización anhelaba vivamente.
v.50: del símbolo del fuego se pasa al agua. Con esta imagen Jesús prevee una prueba muy seria (pasión y muerte); estando en el horizonte de su suerte personal, es decir, una anticipación de Getsemaní.
v.51: Jesús vela para que su mensaje no se parezca a esas utopías de paz que pronostican los falsos profetas. La presencia del Reino acompaña tensiones y divisiones. La división la provocan varias voluntades cargadas cada una de ellas con una parte de responsabilidad.
Si los vv.. 49-50 se referían al destino de Jesús, los vv. 51-53: describen el impacto que Él tiene y tendrá sobre los otros.
v.v.52-53:  En el decir de Bovon, “una de las tribulaciones últimas que más teme la conciencia apocalíptica judía, es la degradación de los vínculos familiares y sociales, que, hasta ahora, ofrecían una cierta armonía en el pueblo”. ¿Por qué Jesús y después los cristianos volvieron a utilizar este tópico? Porque habían emprendido la tarea de establecer a Israel, de reunirlo y luego reconstruirlos. Sobre unas bases nuevas: no ya sobre la sangre, los privilegios hereditarios o los hábitos sociales, sino sobre la fe, el retorno a Dios, la caridad sin limitaciones familiares ni étnicas. Ruptura con un pasado personal, cultural y patriótico; adhesión a una comunidad nueva.
Si la palabra de Dios que divide reconstituye primero a la persona, y si Cristo, que provoca divisiones, edifica una verdadera comunidad, podremos admitir el mensaje cristiano, conscientes de que el sufrimiento acompaña a la fe. Pero para esto es necesaria la oración, la comunión y la fe que espera contra toda esperanza (Cfr. Bovon, El evangelio de Lucas. Ed. Sígueme 2012, p 432-433).
¿QUÉ ME DICE A MI? Jesús no incita a los miembros de nuestras familias a levantarnos unos contra otros, sino que nos dirige a cada uno de nosotros una llamada a favor del Evangelio. Dado que se extiende su fuego, fuego que purifica, genera vida nueva, no se puede ya mantener la neutralidad. Implica en mi vida tomar postura, apostar por el Evangelio, correr riesgos, entregar la vida. Aunque el Evangelio es para todos y a todos nos compromete, su mensaje provoca divisiones. Unos aceptan esta buena nueva y otros la rechazan. La existencia del mal en nosotros explica que su mensaje provoque divisiones y perturbe la vida social. Sin embargo, contra toda reacción el Evangelio predica la paz y la armonía, el amor y la misericordia.
¿QUÉ ME HACE DECIR A DIOS? Señor, ya en la primera lectura el profeta Jeremías es perseguido por los mismos paisanos; rechazar al profeta, tu enviado, es rechazarte a ti…todo el que te anuncia corre tu misma suerte; por eso,  me quedo con la frase de Hebreos: y es que necesito correr la carrera con la mirada fija en ti; por más que el mundo quiera separarme de ti, tu gracia me basta para permanecer en ti. Hoy me invitas a creer en tu palabra, a apropiármela. Tu no me engañas Señor, sabes la suerte que me espera; más también la gloria que me prometes compensa todas fatigas que por ti, pueda experimentar en esta vida. Tu eres mi familia, y en ti, la Iglesia, y con ella, toda la humanidad.
 Nieves María Castro Pertíñez. mar

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