¿En dónde, Jesús, tus sueños?


¿En dónde, Jesús, tus sueños?
¿Quizás en aquel lucero
que el firmamento rasgaba
y en su fulgor anunciaba
llegado nuestro Consuelo?
 
¿Soñabas que las alturas
como pregón de los cielos
grababan nuestra Ventura
con caracteres de fuego?
 
¿Por dónde, mi Dios, tus sueños?
¿Creías lanzar los vientos
a las estrellas más altas
para llover de allí gracia
sobre este mundo tan muerto?

¿Soñabas poner tu trono
en un establo sin techo
y en un rincón de abandono
vivir con los más pequeños?
 
¿Por dónde tu afán, mi Dueño?
¿Iban tus ojos, señeros,
guiando a tres reyes magos?
¿Iba trazando tu mano
el zig-zag de los senderos?
 
¿Iba a la espera tu mente
a velar con los pastores?
¿iban llamando a las gentes
para ofrecerles tus dones?
 
Cuando colgabas del pecho
de aquella bendita Madre,
¿dónde, mi Bien, tus afanes
y dónde, mi Rey, tus sueños?
 
¿Pensabas que tu rebaño
a verte vendría luego
y a gritarte ¡Soberano!
vendrían a todos los pueblos?
 
¿Dónde, mi Niño, tus sueños?
¿Soñabas que tu pobreza
yo la llevaba contigo
y el placer de la obediencia
lo disfrutabas conmigo?
 
¿Soñabas que te quería,
que en ti encontraban mi amparo
que yo iba siempre a tu lado
a dondequiera que ibas?

 ¿En qué, mi Niño, soñabas
en qué soñabas, mi Bien,
cuando la luz te besaba
en el portal de Belén?

 Entre tus sueños divinos
quiero los míos poner
para que en vela o dormido
seas de todos el Rey.

 Llagada tengo mi alma
y el corazón enfermo;
la boca está sin palabras,
los ojos no ven de ciegos:

Pon en mi mente tus sueños
y tu aliento en mis entrañas,
en mi boca tu Evangelio
y en mis ojos tu mirada.

Fr. José Antonio Ciordia, Agustino Recoleto

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