LECTIO DIVINA DOMINGO XXVI TIEMPO ORDINARIO Lc 16,19-31


CONTEXTO: Dentro de la perspectiva de camino Lucas vuelve a ofrecernos una parábola de Jesús. En esta ocasión la parábola forma parte de una más amplia réplica, es contundente. Buenos conocedores de la Ley y de los Profetas como son los fariseos, éstos deberían saber que aquello que los hombres tienen por más elevado, para Dios es sólo basura (Lc.16,15). Pero parecen desconocerlo, a pesar de que el principio mantiene toda su vigencia, especialmente ahora que el Reino de Dios es una realidad. Para recalcar esa vigencia cuenta Jesús la siguiente parábola.
¿QUÉ DICE EL TEXTO? El relato presenta dos personajes y su situación. El rico epulón (v.19) y con mayor amplitud, el pobre Lázaro (v.20-21). El estatus social, aspecto físico, modo de vida y lugar característico surgen en el contraste. Aunque contemporáneamente y vecinos los dos personajes parecen ignorarse y no se encuentran jamás. La historia paradójicamente se inicia con la muerte de ambos. El día de su muerte sus caminos se cruzan (v.22).

El pobre Lázaro es llevado en seguida por los ángeles al misterioso seno de Abraham, mientras que el rico anónimo es sepultado. Sigue el relato con el rico, cuya situación y demanda a Abraham se precisan; está viviendo una incómoda situación (tormentos). El rico puede ver a gran distancia a Abraham y a Lázaro (v.23). El epulón que no supo ver en la tierra, convertido ahora en un individuo modesto, interpela a Abrahán, pidiendo alivio de sus penas infernales (v.24); siendo rechazado por Abraham, con el argumento de que por un lado, las suertes son fijadas por un principio de equidad (v.25); y por otro, porque los espacios están separados (v. 26). No quedando vencido, pide ahora menos egocéntrico a favor de sus cinco hermanos (v.27-28). Abraham rechaza nuevamente argumentando que los hermanos tienen suficiente con Moisés y los profetas (v.29). En la última tentativa (v.30), recibe igualmente respuesta negativa de Abrahán (v.31).

En ningún momento la parábola expresa la culpabilidad del rico. Todo lector entiende lo que se quiere decir: como judío, se acuerda que la ley y los profetas invitan a la misericordia y prohíben la ostentación orgullosa.  Así el error del rico no consistió solamente en haberse olvidado del pobre Lázaro, sino también de haber vivido con lujo excesivo. En la literatura rabínica la púrpura se reserva para los reyes y para Dios. A la ostentación del rico, responde el hambre insatisfecha del pobre que “deseaba saciarse”. La riqueza del pobre es tener un nombre y un nombre prometedor: Lázaro, que significa “Dios ayuda”.

Cuando ambos mueren y se tornan los destinos el rico ve la dicha de Lázaro. El rico que ha perdido su soberbia se pone a mendigar. El epulón que parece haber interiorizado su falta, no exige su liberación; se contenta con pedir un ligero alivio al propio Lázaro. Abrahán le dice que se acuerde, es decir que sea consciente y reconozca que ha sido preciso invertir la suerte de cada uno para restablecer la equidad y para incitar al lector a escoger una suerte que no se parezca  ni a la del rico en el más allá, ni a la del pobre aquí abajo.

La estrategia del texto conduce al lector a una lección ética, a tomar una decisión a favor de un buen reparto de la equidad. El consuelo es según Lucas el restablecimiento de la equidad, que crea en nosotros un sentimiento de bienestar y de justicia[1].
La parábola es una reafirmación seria de lo dicho en Lc 16. 9 y 13. El dinero enajena al hombre; rompe toda posibilidad de comunicación con Dios. ¿Cómo se llega a esa ruptura definitiva con Dios? Usando y abusando egoístamente del dinero en la tierra. Lázaro no está en la parábola como tipo del mendigo recompensado, sino como hombre sufriente a quien el rico debería haber sacado de su estado.
¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO? Que el Señor me invita a compartir está muy claro. Jesús no nos ofrece un sistema de normas, sino su humanidad solidaria, su máxima humanidad que brota del amor y se hace encarnación. Hay personas empobrecidas porque hay personas enriquecidas, indiferentes ante los dramas humanos. El peligro en nosotros los cristianos y religiosos está en la despreocupación, en el no querer saber de la existencia de tantos Lázaros. Se trata de no deshumanizar por ningún tipo de riqueza; de cualquier cosa que me apropie ya estoy produciendo el ignorar al otro. El consumismo y el individualismo nos están empobreciendo. Esta vida que Dios nos ha regalado es para construir la definitiva. Hay que pasar el examen del amor: “tuve hambre y me diste de comer”…Este relato no es para los muertos, es para nosotros los vivos; todavía tenemos la oportunidad de ver más allá y recrearnos en un mundo posible, donde el amor, sea la única riqueza y la razón de nuestra vida; y que esto nos permita vivir en una total entrega al proyecto de Jesús de ser hermanos.

Me llama la atención la distancia entre el rico y el pobre siendo vecinos. Esto me habla de mi actitud ante las necesidades de las hermanas/os, sus dolores y situaciones de vida. ¿Seré indiferente a la realidad que me rodea?¿Sé mirar con los ojos del corazón al hermano que tengo delante? ¿Qué me impide acercarme al otro/a? A veces sería más fácil no ver la realidad, para no sufrir, pero no es la actitud de Cristo. Jesús me invita en todo momento a mirarlo, y cuando lo miro necesariamente tengo que mirar al otro.

¿QUÉ ME HACE DECIRLE EL TEXTO A DIOS? Señor, a veces tu palabra me crea confusión. No porque no sea clara, sino porque siento que vivo satisfecha con lo que tengo, cubiertas mis necesidades y me olvido de mi opción de pobreza radical que como agustina, consiste en poner todo en común. Qué gran proyecto el tuyo de que pongamos en común todos los bienes pues aquí radica la instauración del Reino, de la primera Iglesia que tu fundaste y que refiere Hch 2,42ss. Este mundo mayoritariamente pobre lo es gracias a las economías de los gobiernos establecidos que se alían cada vez más para empobrecernos a costa de que unos pocos se enriquezcan y sean los dueños de la tierra. No sé qué hacer Señor. A veces me resulta tan difícil vivir tu evangelio. Sería tan fácil renunciar a todo y seguirte ¿Y acaso no es eso lo que he profesado? Sin embargo, siento que nuestras opciones aún no están encaminadas a vivir con menos para dárselo a los que no tienen. Hazme sensible Señor al dolor ajeno. Que no pase desaperciba por aquel que llega a mí y sufre, por aquél que veo por la calle y gime, por aquél que me está esperando y todavía no sé en dónde. Quisiera ser como tú y  abrazarme al pobre, dándole mi mano, sentándolo a nuestra mesa, y compartiendo lo que somos y tenemos. ¡Que no me falte tu misericordia y no me esconda tu riqueza!.

“En efecto, los hermanos incrédulos solían charlar entre sí y mofarse de las palabras divinas. Cuando escuchaban que en la ley o los profetas se decía algo sobre los castigos eternos que debían evitarse o sobre los premios, también eternos, que habían de desearse, solían musitar entre sí: «¿quién ha resucitado? ¿Quién ha podido contarnos lo que allí se cuece? Desde que enterré a mi padre no he vuelto a oír su voz». Sabiendo él que acostumbraba a charlotear estas cosas con corazón y boca de incrédulo en compañía de sus hermanos, pedía que se realizara lo que nunca había tenido lugar, razón por la que despreciaban las palabras divinas. Dijo él: «Vaya alguien de aquí y dígales». Y el padre Abrahán: Tienen allí a Moisés y a los profetas; escúchenlos. Pero él, acordándose de sus diálogos, replicó: No, padre Abrahán. Como si dijera: «Yo sé lo que acostumbrábamos a hablar. No, padre Abrahán; sé lo que digo y lo que pido». Y el que despreció al pobre quiso, con tardía misericordia, que se hiciese a sus hermanos la misericordia que no se hizo a él mismo”. (S. Agustín, Sermón 299 E, 3-4)

 Nieves María Castro Pertíñez. mar




[1] Bobon, F. El evangelio de Lucas. III, Ed. Sígueme, 2012, pp. 140-166

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