LECTIO DIVINA FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA -Mt 2,13-15.19-23


P. Julián Montenegro, oar. desde Perú. ¡Qué hermosa es nuestra familia universal!
CONTEXTO: Después que nació Jesús, los magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando por el rey de los judíos, y guiados por la estrella, encontraron al Niño para adorarlo. Fueron advertidos por medio de un sueño de que no volvieran a casa de Herodes.

¿QUÉ DICE EL TEXTO? De igual forma José es advertido por el ángel, (v.13) para que huya con María y el Niño a Egipto porque Herodes busca al pequeñito para matarlo. José obedeciendo al ángel partió hacia Egipto (v.14), residiendo allí hasta la muerte de Herodes y cumpliéndose así la profecía (v.15). Cuando murió Herodes el ángel avisó en sueños nuevamente a José pidiendo su regreso (v. 19-20). José obediente, tomando al Niño y a su madre, vuelve a Israel (v. 21), retirándose a la provincia de Galilea, por miedo a Arquelao (v.22). Se establecieron en Nazaret, para que se cumpliera la profecía de que Jesús se llamaría el nazareno (v.23).
La crueldad sanguinaria de Herodes, que afectó al recién nacido y a su familia, es un dato histórico de aquellos tiempos turbulentos por los que atravesaba Palestina bajo la opresión del tirano. Así lo recoge el evangelista, pero no como historiador, sino como un teólogo que lee la historia, la interpreta a la luz de la Palabra de Dios y después la vierte en un relato dramático, el instrumento literario que más se presta a la evocación simbólica y a la reflexión.  El evangelista nos dice que Jesús es el nuevo Moisés quién, a través de un nuevo Éxodo, llevará a su pueblo, asumiendo el exilio y la persecución, hacia una nueva y definitiva liberación. Pero no solo a su pueblo Israel, sino a todos los pueblos de la tierra. Mateo insinúa esta dimensión con el  nombre del lugar donde se establece y donde comenzará su vida pública: “Galilea”, “el distrito de los paganos”, la provincia más extranjera y más paganizada de Palestina. La pincelada final del retrato de Jesús tiene también su intención: “será llamado Nazareno” (v.23) en alusión a la aldea perdida donde vivió como artesano carpintero durante años; ser de Nazaret era considerado como ser un “don nadie”. El evangelista Juan lo dirá más explícitamente por boca de Natanael: ¿acaso puede salir algo bueno de Nazaret? (Jn 1,46)[1].

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO? Me Fijo en  cómo actúa el Ángel de Dios con José. No le desvela el futuro, sino que le ordena sobre la marcha: "¡Huye!", "¡Vuelve!", "¡Ve a Nazaret!". A cada día le basta su afán. Es una especie de exilio lejos de las certezas y los planes tranquilizadores. La fe consiste en un perpetuo éxodo. Estar en las manos de Dios como en un desierto... Aprender a vivir en comunión con Jesucristo, solidario de los exiliados y los extranjeros. Conocer el incesante peregrinar de una Iglesia que no tiene en este mundo ciudad permanente. Levantarse cada dos por tres, a mitad de la noche, porque se ha escuchado un grito: el grito de los inocentes, el grito del Inocente que carga con el pecado del mundo en un interminable vía crucis. Es el desvelo de la mamá y el papá que en su misión de cuidar, proteger y amar hace lo que sea con tal de salvar a su hijito.
Me fijo en Herodes, en su  cólera. El falso rey de los judíos (él, que no era judío, había usurpado el trono de Judea con el apoyo de los Romanos, y ahora temía por su título y su corona). Los "Herodes" de hoy andan sueltos atentando contra la familia, cambiando sus planes y proyectos de unidad. Es el Herodes de la explotación, del consumismo; el Herodes que mata la comunicación y el diálogo en la familia por medio del activismo, de los patrones de conducta que fija la sociedad en deterioro de los valores humanos y cristianos. Es el Herodes que quiere romper la integridad y vocación de la familia, destruyendo al niño, o al padre, o la madre; cambiando el rostro familiar por otras formas inverosímiles de hacer una familia.

Me fijo en Jesús. Al mencionar la matanza de los inocentes y la huida a Egipto, Mateo cita dos palabras de los profetas Oseas y Jeremías referentes a las pruebas que soportó el pueblo de Dios en el pasado. Jesús ha de vivir en el destierro y en la angustia, como sus antepasados. Empieza la persecución cuando nace, y lo acompañará hasta la muerte. Evoco aquí las palabras del apóstol, “vino a los suyos (La Luz), y los suyos no la recibieron” (Jn 1, 11-12). Jesús, Señor de la Historia, ¡lo asumiste todo!; nacer pobre y nacer Mesías llevaba implícito una existencia en riesgo, como la de tantas familias desoladas por el hambre, la injusticia, la guerra y la lucha por la tierra.
Me fijo en José. En los relatos de la infancia de Mateo, el peso de la acción lo lleva José, movido siempre según la voluntad de Dios, expresada a través del sueño y del ángel. El texto nos presenta a la sagrada familia víctima, como tantas otras, de la histeria de poder y del despotismo de Herodes. Nada del dolor humano ni de la injusticia le fue ajeno a ella, Jesús no nació en el mejor de los mundos, sino en el mundo real de todos los tiempos. Pero ni el dolor humano ni la injusticia del mundo real le son ajenos a Dios, quien desde el origen mismo de la existencia de Israel se ha manifestado como un Dios con los perseguidos. Los personajes bíblicos saben de este Dios y se abren confiadamente a Él. Esta es la lección de José, cabeza visible de una familia tan indefensa como entonces lo era la compuesta por un hombre del pueblo, una mujer y un niño. Sería probablemente incorrecto decir que a José le salió todo bien; lo correcto es, más bien, decir que José vio el brazo salvador de Dios en los acontecimientos que le tocó padecer. Toda una lección de transcendencia para nosotros, presos más de la cuenta por las cuentas y los cálculos.
Me fijo en definitiva en el ejemplo de la familia de Nazaret. Celebramos la fiesta de la Sagrada Familia. Acabamos de celebrar el día de Navidad. Hoy reforzamos cómo tiene que vivir Jesús en el seno de una familia que conlleva dificultades y como ésta familia nos da el  ejemplo de cómo vivir en plena unidad, con gozo, sabiendo sobrellevar todas las preocupaciones que surgen cada día.

La familia de Jesús no tuvo privilegios; conoció sinsabores, preocupaciones, dificultades, por eso hoy se nos enseña a través del protagonista José. José apostó por la vida y por aquello que le encomendaron: protegiendo, arriesgando, donándose plenamente al proyecto amoroso de Dios.  Admiremos el valor, la obediencia de este hombre y testimoniemos con nuestra vida que el amor es lo que vale y lo único que nos humaniza.
¿QUÉ ME HACE DECIRLE EL TEXTO A DIOS?  Te veo Señor, pequeño en los brazos de María, que tiene el corazón brincando ante el peligro y el riesgo que corre tu vida. Te veo Señor, en José, que intuye todas las especulaciones del maligno y lee todos los signos divinos para protegerte. Te veo Señor, en esta familia, humana y divina, que ha puesto la carne en la brasa para que no sucumbas ante la cólera del que te quiere hacer desaparecer. Pero, también siento Señor, que me quieres decir, que ya desde tu encarnación y nacimiento asumiste la vida corriendo la suerte del pobre y del perseguido. Ahora Señor, arrodillo mi corazón ante ti, para pedirte perdón por las veces que no secundo  mi proyecto al tuyo. Lo tuyo es comunión, fraternidad, ternura y cariño derramado en cada ser humano. Y cada ser humano, con la capacidad de tu Espíritu estamos llamados a repartir y repartir amor.

Siento el dolor de tantas familias que sufren, por el atropello del hambre, la incomprensión, la falta de trabajo, la desorientación y la falta de fe en ti para que el hogar se sostenga. Por eso, quiero pedirte, mi Señor, que vuelvas a inundar el corazón del hombre de tu pleno amor, a fin de que ningún niño sufra, ninguna madre sienta tanto dolor por el hijo enfermo o perdido, y ningún papá renuncie por cobardía  o egoísmo a su misión protectora y amorosa de cabeza de familia.
Enséñanos a todos  a obedecer como José, intuyendo tú paso por nuestra vida y tu petición para que optemos por la vida, a pesar de tanta muerte. Te pido  por nuestras familias, para que crezca en ellas la fe; para que el dar amor en las pruebas, en las dificultades, en las persecuciones sea lo prioritario. Necesitamos Señor tu auxilio  para quitar nuestras estructuras tan fijas y saber llevarlas a otro camino. Te presento Señor, el dolor y la alegría que hay en cada familia, la ilusión y la esperanza, los gozos y las tristezas; apiádate de tanto desastre familiar e irrumpe con tu amor en el corazón de cada papá y mamá que son los únicos que en definitiva pueden salvar la orientación de esta  nuestra sociedad.

Tú nos has dado el regalo de la fraternidad en nuestro carisma misionero agustino recoleto. Gracias Señor, por entregarnos el don de hacer comunión y vivir como hermanos en la única y gran familia de los hijos de Dios.

Nieves María Castro Pertíñez. MAR

 

 

 



[1] Alonso Schokel, J.L. Biblia de nuestro pueblo. Mensajero 2007. P. 1512

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