LA AMISTAD EN LA VIDA DE SAN AGUSTÍN


 En clase, estamos leyendo y comentando  el libro de Agustinismo en 20 lecciones escrito por el P. Carlos Enrique Cardona Sánchez OAR, en él vamos descubriendo aspectos importantes sobre la vida de San Agustín, tal es el valor que le da a la AMISTAD.
Desde su infancia se va describiendo como un niño al que lo castigaban en la escuela por jugar con sus amigos, en lugar de estudiar, "Lo que nos faltaba no era ni la memoria ni el ingenio, pues nos los diste suficiente para aquella edad; pero nos gustaba jugar y esto nos lo castigaban quienes jugaban lo mismo que nosotros. Porque los juegos con que se divierten los adultos se llaman solemnemente "negocios"; y lo que para los niños son verdaderos negocios, ellos lo castigan como juegos y nadie compadece a los niños ni a los otros. “(Conf. I, 9, 3). Más tarde durante su adolescencia cometerá el robo de las peras, junto con su grupo de amigos. En su despertar a la sensualidad, vemos su búsqueda de amor, donde él desea amar, pero también que lo amen. Llega a un momento de mayor madurez, ya se establece con una mujer de la cual tiene un hijo llamado Adeodato, San Agustín siempre le guardó fidelidad. El verse relacionado en el grupo de los maniqueos será también por formar parte de un círculo de amigos. Recordemos que uno de los sueños de San Agustín era vivir con sus amigos, estudiando, reflexionando la Biblia, sin embargo Dios tenía otro camino para él.
A través de la vida de San Agustín podemos encontrar distintos ejemplos de cómo para él la amistad es algo primordial. Agustín el de corazón inquieto, puesto que era buscador de Dios, pero también amante incansable de gran corazón, esta es una de las virtudes que lo caracteriza, al menos así lo percibo, es un hombre de entrega a Dios y a los demás.
Para todo agustino la fraternidad es parte del carisma, nos decimos agustinos por que intentamos vivir como las primeras comunidades cristianas "Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia, a la fracción del pan y a las oraciones. Toda la gente sentía un santo temor, ya que los prodigios y señales milagrosas se multiplicaban por medio de los apóstoles. Todos los que habían creído vivían unidos; compartían todo cuanto tenían, vendían sus bienes y propiedades y repartían después el dinero entre todos según la necesidad de cada uno. "(Hch 2, 42- 45). Por otra parte también observamos en la Regla: Ante todas las cosas, queridísimos Hermanos, amemos a Dios y después al prójimo, porque estos son los mandamientos principales que nos han sido dados.  He aquí lo que mandamos que observéis quienes vivís en comunidad. En primer término ya que con este fin os habéis congregado en comunidad, vivid en la casa unánimes tened una sola alma y un solo corazón orientados hacia Dios. Y no poseáis nada propio, sino que todo lo tengáis en común, y que el Superior distribuya a cada uno de vosotros el alimento y vestido, no igualmente a todos, porque no todos sois de la misma complexión, sino a cada uno según lo necesitare; conforme a lo que leéis en los Hechos de los Apóstoles: "Tenían todas las cosas en común y se repartía a cada uno según lo necesitaba".
San Agustín quedó marcado por el valor de la  Amistad. Si lo vemos en nuestro ahora estamos llamadas a vivir en unidad, en amor, dando testimonio desde la propia vida. La amistad es entrega, fidelidad, consuelo, compañía, sinceridad, apoyo, escucha, alegría, y esto vivido desde la comunidad, para llevarlo también al prójimo, tenemos una interesante tarea-compromiso, reproducir estas cualidades. En esto salimos ganando y por mucho pues ¿quien no desea amar y ser amado?.
“ Había un montón de detalles por parte de mis amigos que me hacía más cautivadora su compañía: charlar y reír juntos, prestarnos atenciones unos a otros, leer en común libros de estilo ameno, bromear unos con otros dentro de los márgenes de la estima y respeto mutuos, discutir a veces, pero sin acritud, como cuando uno discute consigo mismo. Incluso esta misma diferencia de pareceres, que, por lo demás, era un fenómeno muy aislado, era la salsa con que aderezábamos muchos acuerdos. Instruirnos mutuamente en algún tema, sentir nostalgia de los ausentes, acogerlos con alegría a su vuelta: estos gestos y otras actitudes por el estilo, que proceden del corazón de los que se aman y se ven correspondidos, y que hallan su expresión en la boca, lengua, ojos y otros mil ademanes de extrema simpatía, eran a modo de incentivos que iban fundiendo nuestras almas y de muchas se hacía una sola". (Conf. IV, 8, 13).


Miriam Viviana Horta Colín novicia MAR

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