LA FE: UN TESORO QUE LLEVAMOS EN VASIJAS DE BARRO



“Pues el mismo Dios que dijo: “de las tinieblas brille la luz”, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo. Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros” (2Co 4, 6-7).


Esta es la invitación que nos hace el Concilio Vaticano II. Toda la Iglesia es llamada a renovarse, pero esta renovación no se da solo de modo general sino que cada uno de nosotros hemos sido invitados a renovar nuestra vida de fe, pues todos somos Iglesia por nuestro Bautismo.

Compartimos con el grupo de ancianitos, el valor de nuestro ser cristiano en base a esta invitación del Concilio. Para iniciar a compartir nuestra fe tomamos una vasija de barro en nuestras manos, que simbolizaba la vida de cada uno: frágil, limitada, sencilla, con distintas formas y tamaños, pero que lleva dentro de sí un gran tesoro, al mismo tiempo que también descubrimos que nosotros somos ese tesoro de Dios, soñados, planeados y queridos.



El Papa Francisco en el Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, alienta a que “¡No dejemos que nos roben la alegría del Evangelio, la alegría de la fe!”. Puesto que las dificultades, tristezas, dudas, problemas que tenemos y enfrentamos, nos pueden desanimar y oscurecer nuestra fe, a través de este compartir, buscamos alentarlos a que renueven y acrecienten su fe en Cristo resucitado, haciendo propia la experiencia del apóstol Santo Tomás, que pasada su duda y crisis, profundizó su fe y pudo exclamar: “Señor mío y Dios mío”.


Agradecemos al Señor por el don de la fe, por permitirnos compartir con el grupo de ancianitos, por la apertura de ellos para compartir su vida con nosotras y dejarse moldear por nuestro Alfarero y Creador. Y le pedimos que cada día acreciente nuestra fe, nuestra confianza en Él y que nos ayude a mantener e irradiar la alegría de ser cristianos y de anunciar a Cristo Resucitado.

                                      Juliana Lima y Miriam Horta, novicias MAR







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