EL TERCER TERRENO DEL ALMA: EL TERRENO CON ESPINAS
El tercer terreno representa una tierra mejor que el terreno
rocoso. Este terreno es más adecuado, sin piedras en su interior. Las semillas tienen
un excelente clima para crecer. Echaron raíces profundas, encontraron agua, soportaron
el calor del sol y la intemperie. Crecieron con vigor y entusiasmo. Los
problemas exteriores no pudieron destruirlas; pero junto con las pequeñas
plantas crecieron también, en silencio, los espinos. Al principio las espinas
parecían frágiles e inocentes. Además, había lugar para todas las plantas y
podían crecer juntas; pero pasaron los meses y el espacio que era tan grande,
empezó a ser pequeño, empezó una competencia.
Los espinos comenzaron a combatir con
las plantas por los alimentos: el oxígeno, el agua y los rayos solares.
Crecieron rápidamente y sofocaron a las plantas, que clamaban por los alimentos
y por los rayos del sol para hacer su fotosíntesis, pero los espinos
controlaban su deseo de vivir. Así, a pesar de tener raíces profundas y
adquirir un buen aspecto, las plantas no fructificaron, no sobrevivieron.
Este terreno representa a las
personas más profundas y sensatas, que permitieron el crecimiento del perdón, del amor, de la sabiduría, de la solidaridad
y de todas las demás semillas que les ofreció el Maestro de los maestros.
Soportaron las incomprensiones, las presiones y las
dificultades externas sin desanimarse, sin embargo, no estaban preparadas para
superar los problemas de su propio mundo, que crecía sutilmente en lo hondo de
su ser. En esta parábola, Jesús dijo que los espinos representan las
preocupaciones existenciales, los cuidados del mundo, las ambiciones, el
encanto de las riquezas.
Uno de los mayores problemas que sofocan
a las plantas no es el fracaso, sino el éxito. El éxito profesional, intelectual,
económico e incluso espiritual: si no es bien administrado paraliza la
inteligencia, obstruye la creatividad, destruye la sencillez.
Jesús fue el Buen pastor que jamás se
dejó afectar por la fama, jamás perdió su contacto íntimo con las personas. Al
contrario, conocía cada oveja por su nombre, se preocupaba por ellas y por sus
necesidades.
Las
semillas de los espinos están presentes desde la más tierna formación de la
personalidad. Algunas preocupaciones son legítimas, pero el problema se presenta cuando estas preocupaciones nos
controlan, nos quitan la tranquilidad y la capacidad de decidir. Muchas
personas diariamente son asaltadas por pensamientos perturbadores. Son maravillosas,
para los demás, pero son esclavas de sus pensamientos. No saben cuidar de su
calidad de vida y viven infelices, atormentadas interiormente, sofocadas en sí
mismas.
Hay que cultivar día a día el terreno de nuestras emociones,
arrancar las hierbas dañinas, abonar la tierra, regar y nutrir. Debemos reciclar los pensamientos negativos y
perturbadores que crecen sutilmente.
Judas
Iscariote fue acometido poco a poco por pensamientos perturbadores y no los
superó. En los primeros años jamás pensó en traicionar a Jesús; quería que Él destruyera
a los fariseos, pero Él era paciente con sus enemigos; quería que Él subiera al trono político de Israel, pero Él
quería el trono del corazón humano. Admiraba a Jesús pero no lo comprendía, no
lo amaba. Los espinos crecieron en lo secreto del alma de Judas; como no los
trató, sofocaron las bellas enseñanzas de su Maestro.
Si no tratamos nuestras angustias, preocupaciones, miedo al
futuro, reacciones ansiosas, etc., éstas se van depositando en los terrenos de
la memoria, volviéndolos ácidos y áridos. Las flores no soportan esta aridez,
pero a los espinos les encantan.
Queridos amigos, estemos atentos a nosotros mismos y a
todas las mociones que pasan en lo más íntimo de nuestro ser. No tengamos miedo
de entrar y descubrir lo que hay ahí, podremos encontrar una gran riqueza, la
riqueza que lleva cada ser dentro de sí. Pero si no hay el intento de amistad con
nuestro interior jamás podremos tocar esta riqueza y fuente de vida que mana en
todo ser humano. Si no nos conocemos, no oímos los clamores y no nos percatamos
de las cosas que nos acometen, seremos siempre víctimas y jamás, jamás,
protagonistas de nuestras vidas, de nuestra historia. Habla, conoce, cuestiona
lo que te aflige y opta siempre por una mente sana y libre de pensamientos que
esclavizan.
Del libro maestro Inolvidable de Augusto Cury
Págs. 120-125
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