FUNDAMENTOS ANTROPOLÓGICOS Y PSICOLÓGICOS ( FORMAR DESDE LA MISERICORIDIA).


FUNDAMENTO ANTROPOLÓGICO

A la vez que acompañamos somos también acompañados. Yo  soy formada en la medida en que voy formando. La actitud permanente del discípulo es fundamental.

Según PAUL RICOEUR:



Muestra antropológicamente cómo es la constitución del ser humano.

El ser humano es un ser medianero, como un puente, que une y en el que se unen dos polos. El polo de la finitud y el de la infinitud.

La finitud nos marca como hombres limitados, frágiles. La máxima expresión es la muerte.

Mientras llega este momento vamos viviendo pequeñas experiencias de límite, de fragilidad. Esto marca lo finito que somos. En medio de esta experiencia, el ser humano visualiza al otro lado la infinitud (no se hace todavía referencia a Dios). La infinitud es el extremo que nos permite visualizar que aunque somos frágiles no somos solo cúmulo de huesos y carne, somos algo más, que nos amplía el horizonte.

Una de las expresiones de la finitud es la experiencia espiritual. En mí algo me dice que soy divino y que estoy llamado a mostrar la divinidad al mundo.

Esto al ser humano le causa una tensión. Como estamos en dos polos que nos jalonan, nos crea una angustia interior. Ante el dolor y la muerte,  no quedamos indiferentes.

¿Cómo logramos hacer realidad estos dos polos? Hay unas características de cada uno de estos.

1.  Soy finito a través del carácter (diferente al temperamento).El carácter es el sello particular que me identifica a mí en mi manera cómo me relaciono con el mundo, cómo hago las cosas, y cómo procedo. Y el carácter es de cada uno. Es finito porque nace, se consolida y muere conmigo.

La manera como me comportaba antes es distinta a la de  ahora, porque el carácter me va acomodando, pero también me limita porque procedo según mi carácter, el contexto y las personas en las que esté.

Frente a lo que me limita experimento la finitud a través de la felicidad que es la experiencia de plenitud de estar haciendo lo que hago y cómo lo hago. La felicidad es una expresión honda y profunda de estar ubicado en la vida. Si estoy clara en mi opción y se plenifica mi vida, estoy experimentando la felicidad. En medio de todo, estoy en donde estoy y este es mi estuche, y esto es la felicidad. La felicidad se mantiene aún en medio de las dificultades, cuando las asumo y las sobrepaso, la persona está ubicada y esto es felicidad.

2.  En las experiencias placenteras y en la pasión. Son experiencias momentáneas que tienen origen y final. La infinitud la experimento con la pasión: que es lo que me lleva a hacer todas las cosas con un profundo sentido. Los chicos/as hacen las cosas desde lo placentero. Las cosas se hacen porque hay que hacerlas y hay que ayudar, a que reconociendo el límite, se abra a la experiencia de trascendencia, porque si no,  la misericordia va a ser difícil de procesar y ligarla a la vida. Cuando lo placentero pasa, llega la  rabia y se  patalea.

Estos polos se hacen explícitos. La finitud en la vida. Por eso hay que identificar qué me ha ayudado a crecer, aunque hayan sido obstáculos. La vida me abre a través de la palabra a la infinitud. De aquí el acompañamiento. Saber hablar, escuchar, identificar sentimientos. Los muchachos no saben identificar los sentimientos, aquí hay que hacer el trabajo.

Experimentamos la angustia que se marca en el sentimiento: Thymos: tener, poder, valer. Aquí nos hacemos conflictivos. Cuando no sé procesar los conflictos me vuelvo agresivo/a y violento/a. Los tres talones de Aquiles aparecen entonces: tener, poder, valer. El tener hace relación con la posesión material y con la obtención de medios para vivir y subsistir. El tener es malo cuando me obsesiono y nunca estoy satisfecho. Cuando somos hombres y mujeres de opción por la pobreza según Cristo, teniendo claro, que no lo somos como muchos hermanos alrededor del mundo, pero aquí está mi visión y posición ante la pobreza. No tengo que dejar como la comunidad me dice que viva la pobreza (aunque me ayuda en el compartir) pero tengo que hacer mis opciones personales. A los chicos/as hay que formarlos en la libertad frente a lo material. Leer en los chicos/as cómo es su visión frente a lo material que en formación es fácil no detectarlo sino que va saliendo con el tiempo.

El poder es la capacidad que tenemos todos para ayudar a que los grupos humanos busquen un fin, pero en equipo. Todos tenemos niveles de llevar ese poder a ejecución, unos por su liderazgo, otros por su capacidad de trabajo en equipo.

El problema es cuando me obsesiono para afincar mi yo en el poder. Esta es otra dimensión de fragilidad humana que aparece en el tiempo. En formación como somos igualitos, esto se camufla un poco. En las primeras responsabilidades es donde se va vislumbrando esta fragilidad.
El valer es toda la valía, la autoestima, la necesidad de ser amado y de amar. Todos necesitamos esta parte. El problema es que cuando en mi valía estoy quebrado procedo de manera que pueda esconderme y aquí vienen las actitudes de manipulación afectiva, orgullo, soberbia, envidia y sobre todo la parte afectiva. Aquí hacemos más énfasis en la formación porque nos da miedo y descuidamos los otros puntos. En este punto es donde más misericordia clama a Dios, porque es donde la gente viene más quebrada (en la autoestima).

Los sentimientos son los que van a marcar este estado. Mi punto clave de trabajo son los sentimientos de cara a la misericordia. ¿Yo por qué me siento así? ¿Por qué reacciono de tal manera? Los sentimientos son naturales. Alegría, tristeza, depresión, y los espirituales: son consolación, desolación y tranquilidad.

Consolación es un entusiasmo interior ya que porqué lo que hago y cómo lo hago me está llenando y siento que Dios está allí.

Desolación: ligado a apagarse todo lo que realizo.

Tranquilidad: No hay ningún extremo pero estoy bien.

Las decisiones no se toman ni en consolación ni desolación, sino cuando estoy en tranquilidad.

NIEVES MARÍA CASTRO PERTÍÑEZ. MAR (Apuntes tomados del p. Edwuin Murillo, sj.)


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