Encíclica “Deus Caritas Est” (segunda Parte)


4-El amor Oblativo
El hombre tampoco puede vivir exclusivamente  del amor oblativo, descendente. No puede dar únicamente y siempre, también debe recibir. Quien quiere dar amor. Quien quiere dar amor, debe a su vez recibirlo con amor.
Nuestros fundadores y otras personas desde el origen de todo han entregado todo de ellos; un amor que se entrega y dona al servicio de los demás, despojándose de ellos mismos para abrir su corazón a quienes más lo necesitan, en algunos casos ese amor va hasta la muerte así como lo hizo Jesús.
Es un amor que tiene capacidad de entregarlo todo, hasta la propia vida. Esta es la perfección en el camino del amor, que comienza por el amor a sí mismo, luego por amar a los otros como nos amamos a nosotros y, al fin, amar a todos, también a los enemigos, amar hasta dar la vida. Son los diversos niveles del amor.
Esta repuesta al amor no puede ser de cualquier forma, sino que es con la fuerza del amor que viene de Dios. Es una gracia y hay que pedirla: la gracia de estar integrados interiormente para dar respuesta personal, completa, oblativa.
En Jesús tenemos no solamente una invitación a vivir de este modo, sino que además tenemos un testimonio de ejemplaridad que nos estimula a amar con la gracia que Él nos da, para obrar como Él obra. El Señor que entrega la vida nos abre un camino con su testimonio y nos habilita con su gracia para poder actuar como Él.
Él pagó por nosotros, por ti y por mí. Lo hizo entregando la vida, para que nosotros hiciéramos lo mismo, imitándolo. Él nos capacita para ello; estamos guiados y movidos no por nuestra voluntad sino por esa gracia que Jesús nos da. Es el amor de Jesús en el que somos llamados a vivir en el amor de Dios.
Es un amor puro (oblativo) porque no existe en él compensación de satisfacción sensible, se efectúa en la fe oscura.  No es, pues, una terapia psíquica sino una experiencia religiosa de la más alta calidad.  Con el "yo me abandono en ti" la resistencia se transforma en un obsequio de amor puro, en una ofrenda.  Así, es como la oblación no produce emoción sino paz. Las emociones son sentimientos con una duración definida, ej: alegría, tristeza, coraje.
5-EL amor Posesivo
Es un amor que no tiene presencia visible a los ojos de Dios, ya que utiliza los sentimientos del ser humano para dominarlo a su antojo.
El amor posesivo nos lleva a  apropiarnos de una persona como si fuese un objeto de nuestra propiedad. Este tipo de amor se manifiesta en personas que son extremadamente inseguras de sí mismas y de su entorno, estas personas tratan mediante diferentes métodos de controlar a la persona, porque sienten que de esta manera, tienen el poder de manejar las situaciones, haciéndolos sentirse en un ambiente seguro.
Las personas que son posesivas no pueden confiar en su entorno, sin embargo no es por propia decisión sino que se sienten constantemente amenazadas ante la idea de que  la persona lo  va a dejar por otra. Aunque quizás esto sea meramente un fantasma que ronde en sus cabezas, y que en realidad esa persona no tenga intención, pero para el posesivo no es fácil de entender.
La posesividad del amor
La posesividad está estrechamente ligada a los celos, el encargado de destruir relaciones, pero también es un sentimiento lentamente autodestructivo; se la relaciona con el miedo, la desconfianza y la inseguridad que siente el individuo.
Es necesario distinguir entre amor y posesividad, porque mientras que en el amor existe confianza, deseo de compartir, comodidad y en las relaciones  existen celos, egoísmo y desconfianza por parte del posesivo y no existe libertad, ni tranquilidad para la otra parte; es una relación que lleva a la destrucción total.

¿Qué desencadena la posesividad?
Las personas posesivas poseen antecedentes que van desde la soledad a la discriminación en la infancia, teniendo una baja imagen de sí mismos; en algunas ocasiones puede ser un rasgo genético que se hereda.[i]




[i]   Encíclica  Deus Caritas est
Santa Isabel Mojica Mejía
Novicia MAR




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