"LOS INDIGENTES: HIJOS DE LA PROVIDENCIA"



El pasado viernes 25, asistí a una reunión  de multplicadores de los ejercicios espirituales agustinianos en el corazón de Bogotá, en la Iglesia de la Candelaria. Las hermanas novicias me acompañaban y mientras yo estaba en reuníon, ellas hacían sus compritas de Navidad y participaban en una marcha sobre el día de la mujer maltratada. Durante el trayecto del Transmilenio y después caminando hasta llegar al lugar, todo giró en torno a la reflexión personal.

Cantidad de indigentes se entrecruzaron con nosotras. Y a ellos los quiero llamar: los "hijos de la Providencia”. Un señor harapiento entró al Transmilenio y entre el poco espacio que quedaba se tiró al suelo, enseguida, en la siguiente estación, avisaron a la policía y lo sacaron; y a cada momento surge el imprevisto, y uno no sabe qué va a acontecer y quiénes van a aparecer. Cada uno tiene su cuento, su tristeza, su vicio, su necesidad y su plegaria. Y así caminando, de pronto, vimos cómo un señor era golpeado bruscamente por un autobús que lo tiró contra el piso: cuando levanté su frente para pasarle el pañuelo y limpiarle la sangre y tomé sus manos sucias, me di cuenta que era un indigente, un hijo de la Providencia. No le ponemos atención a estas personas, que no tienen techo, que viven en los basureros, que sienten hambre que solo es saciada con la droga, que carecen de todo porque son anticulturales y antisociales, pero son “los hijos de la Providencia”, porque el Señor, está con ellos, indudablemente: “Aunque una madre se olvide de su hijo, yo no me olvidaré”, comenta el profeta. Señor, Jesús, en tu presencia y entrega, en tu compasión y misericordia, nos has revelado un Amor de Dios sin límites. Tú que eres providente con todos, no permitas que nuestro corazón se endurezca ante los excluidos. Ten piedad de esos hijos tuyos, ignorados, sin nombre, y atormentados por sus vacíos y soledad, y danos la gracia de vivir en clave de providencia, para que vean tu rostro en la cercanía de quiénes les brindan un poco de esperanza y apoyo.


NIEVES MARÍA CASTRO PERTÍÑEZ. MAR

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