Nuestros orígenes...(parte I)

En 1906, la provincia OAR de San Nicolás de  Tolentino, abre una Casa-Procuración en Shanghai. ¿Con qué objetivo?  Solamente uno: tener una ventana abierta hacia el interior de China y aprovechar cuando se presente la ocasión para fundar una misión.
Los dos padres llegados a la gran ciudad, se entregan a la ardua tarea: búsqueda, entrevistas, ofrecimientos. Cuando parece que ya tienen algo, todo se esfuma y quedan nuevamente a la expectativa.
El capítulo provincial de 1922, pide que, aprovechando el ambiente misionero que se respiraba en ese momento en la Iglesia, se  reanuden las gestiones ante la Santa Sede para obtener en China el ansiado territorio misionero.
Los padres Tomás Cuevas y Javier Ochoa  desempeñan  los oficios de Procurador y Viceprocurador respectivamente. Hablan con Vicarios y misioneros de las diferentes Congregaciones, llaman a varias puertas mendigando una parcela. Hay un momento en el que parece que solo falta estampar la firma: los padres O.S.A. les ofrecen parte de su territorio, que no alcanzan a abarcar; pero, a la hora de la verdad, les llega refuerzo y no se desprenden de la parte prometida.
Cuando menos lo esperan, Monseñor Tacconi, vicario apostólico de Kaifeng, capital de la provincia de Honan,  les ofrece la parte oriental de su territorio.
El 19 de abril de 1923 viaja el padre F. Javier Ochoa a Kaifeng para entrevistarse con Monseñor Tacconi, visitar y conocer algo del territorio ofrecido y tomar los datos necesarios para luego informar a sus superiores. Les daría la parte nordeste de su territorio, provincia de Honan, la zona de Kueitehfú. Les aclaró que no podía darles ayuda económica, y pidió que enviaran solo misioneros jóvenes, para que les fuera menos difícil aprender el chino, y a ser posible, que no hubieran estado en países mejores, porque entonces la vida en China se les haría imposible.
Monseñor Tacconi con el padre Ochoa, se dirigieron a Kueitehfú. La propiedad de la misión, se reducía a unos 500 m2, había tres casitas construidas de tierra y adobe;  una servía de capilla, las otras, divididas por tabiques de caña y papel, eran, la residencia del misionero y el lugar para los catecúmenos y cristianos.
Dice el padre Ochoa: “Las impresiones recibidas al ver la ciudad, fueron pésimas; en cambio, las esperanzas que aquella pobreza y miseria infundieron en mi alma, fueron óptimas por el campo tan intenso de apostolado que nos esperaba.”
En otro apartado dice: “ Siempre repito que los misioneros destinados a China, India y otros países por el estilo, sólo deben ir mirando al cielo, al Amor Crucificado, a la infinidad de hermanos que nos necesitan y nos esperan; a conquistar a los demás para Aquél que nos conquistó a todos primero, entregándose por nosotros”.
Cuando regresa a la Casa Procuración, comenta todo con el padre Tomás Cuevas. Dan gracias al Señor. El padre Tomás le pide que vaya a Manila a informar al consejo provincial. Allí llega muy emocionado y comenta sobre el ingente trabajo, que les espera. Todos aplauden la nueva fundación. No reparan en que va a costarles muchos sacerdotes jóvenes y no poco esfuerzo económico. Enseguida comienzan los trámites para su pronta realización.
La Congregación de Propaganda Fide contesta favorablemente otorgando el permiso para trabajar en la misión, pero con una cláusula que les va a traer, muchas contrariedades. Dice: “Ad experimentum, bajo la dirección de Monseñor Tacconi”. Por tanto, dependen totalmente de él, y este obispo los hará sufrir no poco.
Así escribe el padre Ochoa: “Este bendito Mons. Tacconi, de palabra todo lo ve bien y otorga permiso para comprar parcelas, edificar capillas, escuelas, casas… pero, a la hora de actuar, cuando debe dar la necesaria autorización, por escrito, pone trabas a todo y…no se sabe nunca lo que piensa”.
El territorio misionero está situado al nordeste de la provincia de Honan, con una superficie de 8.000 km2, con unos 2´200.000 habitantes y 7 ciudades relativamente grandes, siendo la mayor Kweitehfú. En tiempo de hambre, aparecen bandidos por todos los caminos y asaltan a las pequeñas villas despojando de todo a sus habitantes.
Ni montes, ni cerros, alteran la inmensa llanura. El clima es bastante fuerte, pero sano. No es raro que llegue en invierno a 15 grados bajo cero y en verano suba hasta los 40.
No hay carreteras, solo caminos. Afortunadamente, el ferrocarril atraviesa la misión de Este a Oeste. En el trayecto hay cinco estaciones. En solo 28 horas, pueden llegar a Shanghai. Así se entiende que muchos misioneros los feliciten, pues, algunos de ellos, deben cabalgar hasta 14 días para ir desde la última estación de tren hasta su misión.
La misión tiene 600 cristianos, sin un solo edificio, sin terrenos, para poder construir, sin capillas, ni casita para el misionero, sin escuelas. La labor va a ser sacrificada y lenta. El idioma es una barrera inmensa que han de ir derribando poco a poco.
Los misioneros salen de Manila hacia Shanghai. Además del padre Javier Ochoa, van 4 jóvenes recién ordenados: Mariano Gazpio, Luis Arribas, Mariano Alegría y Sabino Elizondo. Llegan rebozando juventud, fervor misionero y grandes esperanzas.
El padre Ochoa es nombrado superior. Inmediatamente se desplaza con el padre misionero que vivía allí  para conocer todo el territorio. Más tarde contará las anécdotas del viaje: sed, hambre, noches pasadas sobre un jergón en el patio, perdidos en un laberinto, etc.
Comienzan el estudio del chino, y como no hay tiempo que perder, en cuanto van haciéndose entender, comienzan a realizar alguna salida desplegando su celo misionero y van estableciéndose en las diferentes veredas. 

Resumen realizado por Elsa Gómez, del folleto No. 2 escrito por Mary Carmen Calvo

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