LECTIO DIVINA. XV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A- Mateo 13,1-23


El Sembrador y la explicación de la parábola
(Mateo 13, 1-23.)



CONTEXTO

El discurso del Evangelio de este domingo se dirige a una doble asamblea: en primer lugar, a la muchedumbre, después al grupo de los discípulos, a quienes se les ha permitido conocer los misterios del Reino de los Cielos; en el cual  Jesús quiere hacer comprender que el crecimiento del Reino no es inmediato y triunfal, como muchos esperaban, sino que está confiado a la libre acogida de los hombres y a su cooperación perseverante, capaz de vencer las asechanzas del maligno y las inevitables dificultades. Sin embargo, el Reino ha de ser llevado y anunciado a todos, sin prejuicios y sin reparar en las fuerzas. Allí donde encuentra un terreno bueno, crece y da fruto sobreabundante, y compensa ampliamente el trabajo del sembrador, es decir, de Jesús y de cada uno de sus discípulos anunciadores del Evangelio.


TEXTO DEL EVANGELIO


Del santo Evangelio según san Mateo 13, 1-23.


Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!». Los discípulos se acercaron y le dijeron: « ¿Por qué les hablas por medio de parábolas?». Él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: "Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán, Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure". Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.

Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe. El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto. Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno».



¿QUÉ DICE EL TEXTO?

El Reino de los Cielos y la Palabra que anuncia su gracia y sus exigencias constituyen verdaderamente una semilla cargada de potencialidad. Jesús ha venido a sembrarla a manos llenas en los surcos de la historia y en los recovecos de cada corazón.  Su generosidad nos sorprende, pero es precisamente esta imperturbable generosidad lo que el Señor quiere enseñarnos; a través de la parábola y de su explicación ilumina nuestra misión y nuestra conciencia. Jesús envía a cada uno de sus discípulos a llevar el anuncio del Reino de Dios a los que encuentren en el lugar donde vivan y trabajen. No resulta fácil: por lo general, procedemos de reconocimientos del terreno que nos rodea, es decir, evaluamos sí y con quien vale la pena manifestar nuestras convicciones. El Señor nos indica el camino de la gratuidad: la vida que hemos recibido debemos comunicarla a los otros, a todos, aunque solo sea a través de una sonrisa siempre acogedora respecto a los que nos rodean. No debemos tener miedo al fracaso de nuestro apostolado, no de la escasa fecundidad de nuestro testimonio. No nos corresponde a nosotros sopesar los resultados.

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

Ø La alegría está en la semilla: esa semilla que solo Dios deposita con alegría y entusiasmo en el corazón del hombre convirtiéndose en gracia.
Ø Dios sembrador no cansado y perseverante, un Dios incansable en la confianza que sale todavía por los caminos del mundo.
Ø Dios no  es  segador, sino sembrador, mano que da, fuerza que sostiene, día que comienza, voz que despierta.
ØDios da la perseverancia bajo circunstancias difíciles, y, sobre todo, la presencia de frutos apropiados gracias a la fidelidad del hombre.

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?


Dios todopoderoso y eterno, gracias por tanto amor que depositas en mi vida de cada día, gracias por la semilla de tu amor que poco a poco va germinando en mi corazón. Haz pues que yo no ponga trabas a esta semilla para que de abundantes frutos.
En los momentos de dificultad asísteme para que esta semilla no quede infecunda en mí o perezca por los descuidos que pueda encontrar de mi parte.

Ayúdame a que esta semilla que depositas en mi vida día a día pueda ir creciendo para que lo que me rodea también se impregne de tu gracia, y sobre todo dame un corazón disponible para acogerte en todo momento.



  
Gloria Hernández. (Novicia MAR)

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