EN EL SILENCIO ME ENCUENTRO CON DIOS
Una de las cosas más difíciles de lograr hoy en día es estar
en silencio con nosotros mismos. En la
sociedad actual donde el “bombardeo” a los sentidos es moneda corriente,
tomarse el tiempo para descansar los oídos puede llegar a ser realmente
maravilloso.
Por eso el silencio es
una bendición, un bálsamo, para lo físico porque cuando se aparta del ruido
exterior se siente un alivio y más cuando se apagan los ruidos interiores, ya
que se empieza a experimentar una tranquilidad que va relajando hasta los
músculos tensionados de toda actividad.
Pero, este mismo silencio nos puede llevar a una experiencia
más profunda: a la tranquilidad del alma; para encontrarnos con nosotros mismos
pero sobre todo para encontrarnos con Dios en lo más íntimo de nuestro ser,
allí en lo más profundo descubrimos la presencia de Dios en nuestra vida íntima
y cotidiana, de esta experiencia vamos aprendiendo a escuchar su voz que nos
habla en nuestro interior.
Solo los valientes se aventuran a entrar en su interior para
escuchar la voz de Dios en el silencio. Todo ruido interior es favorecido con el silencio exterior,
porque el silencio se empieza de fuera hacia dentro.
Todo esto me recuerda la experiencia del profeta Elías en el
Monte, cuando iba huyendo de sus perseguidores y tiene un encuentro con Dios,
el profeta no reconoce la presencia de Dios en la tormenta, ni en el fuego, ni
en el temblor de tierra sino en el susurro de una brisa suave.
Dios habla en el
silencio, es decir, cuando silenciamos todo lo nuestro es cuando
escuchamos la voz de Dios.
Cruz M. Ajpacajá
Novicia MAR
Novicia MAR
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