EL DELEITE DE LOS SALMOS
Para comprender este tema quien mejor que el ejemplo de San Agustín, un hombre que tuvo experiencia en el deleite de los salmos. Ya que su relación con el libro de los salmos fue una relación de toda la vida.
Tal como nos lo da a conocer en esta expresión tomada de los Talleres de Oración
Agustiniana del Séptimo Taller; Taller de Tolle Lege II
parte, con el título; Los salmos son mi gozo:
¡Cuánto lloré con tus himnos y tus cánticos, fuertemente conmovido con las
voces de tu iglesia, que dulcemente cantaba! Penetraban aquellas voces en mis
oídos y tu verdad se derretía en mi corazón, con lo cual encendía el afecto de
mi piedad y corrían mis lágrimas, y me iba bien con ellas”[1].
Por otra parte el Padre Enrique A. Eguiarte B. (OAR) nos dice que: San Agustín nos invita, al leer
los salmos, a distinguir quién es el que está hablando. Así hay que distinguir
si es la voz de Cristo, la voz que nos habla sobre Cristo, la voz con la que
nosotros nos dirigimos a Cristo, la voz de la Iglesia, la voz que nos habla
acerca de la Iglesia[2].
Es tan
grande el deleite de San Agustín por los salmos que los meditó hasta los
últimos días de su vida. Tuvo especial afecto a los salmos penitenciales por lo
que le ayudaron a
reconstruir su experiencia personal y adquirir una visión profunda y honesta de
sí mismo.
Que
podamos también nosotros deleitarnos con los salmos como lo hizo San Agustín,
cada vez que tengamos la oportunidad de escucharlas o meditarlas y no tomarlas
como algo rutinario.
¡Dios bendice a quienes aman su palabra y alegres
la estudian día y noche! (Salmo 1,2)
Claudia Puac
Novicia MAR
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