SALMO 85



Este salmo puede definirse como una carta desde la tierra al Rey del cielo. Imposible descifrar la firma del salmista, tan pobre se presenta, tanto entrelaza los motivos. Pero el salmo sí que tiene la belleza de ser la oración tranquila de un servidor humilde. Si lo que busca es socorro, compasión, quietud y fuerza para enfrentarse con lo que aún le espera, lo consigue con el abundante recurso al nombre del Señor. Aunque la estructura sea suelta, se distinguen tres partes: la súplica (vv. 1-7), con numerosas motivaciones y sentimientos de confianza; una parte hímnica (vv 8-13), cuya finalidad es mover con la alabanza y la habitual acción de gracias; finalmente, una alusión más directa a los pesares del salmista con la petición correspondiente (vv 14-17).

“1. Tiende tu oído, Yahveh, respóndeme, que soy desventurado y pobre,
2. guarda mi alma, porque yo te amo, salva a tu siervo que confía en ti. Tú eres mi Dios,
3. tenme piedad, Señor, pues a ti clamo todo el día;
4. recrea el alma de tu siervo, cuando hacia ti, Señor, levanto mi alma.
5. Pues tú eres, Señor, bueno, indulgente, rico en amor para todos los que te invocan;
6. Yahveh, presta oído a mi plegaria, atiende a la voz de mis súplicas.
7. En el día de mi angustia yo te invoco, pues tú me has de responder;
8. entre los dioses, ninguno como tú, Señor, ni obras como las tuyas.
9. Vendrán todas las naciones a postrarse ante ti, y a dar, Señor, gloria a tu nombre;
10. pues tú eres grande y obras maravillas, tú, Dios, y sólo tú.
11. Enséñame tus caminos Yahveh, para que yo camine en tu verdad, concentra mi corazón en el temor de tu nombre.
12. Gracias te doy de todo corazón, Señor Dios mío, daré gloria a tu nombre por siempre,
13. pues grande es tu amor para conmigo, tú has librado mi alma del fondo del seol.
14. Oh Dios, los orgullosos se han alzado contra mí, una turba de violentos anda buscando mi alma, y no te tienen a ti delante de sus ojos.
15. Mas tú, Señor, Dios clemente y compasivo, tardo a la cólera, lleno de amor y de verdad,
16. ¡vuélvete a mí, tenme compasión! Da tu fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu sierva.
17. Haz conmigo un signo de bondad: Que los que me odian vean, avergonzados, que tú, Yahveh, me ayudas y consuelas." 

Este poema contiene la oración confiada de un individuo o mejor de un pueblo que, hallándose en una situación crítica, experimentó la salvación de Dios: Tú, Señor, eres bueno y clemente con los que te invocan; tú me salvaste del abismo profundo.
El salmista vive, nuevamente, un momento difícil de su vida: Una banda de insolentes atenta contra mi vida. Pero la experiencia antigua le hace pasar con facilidad de la súplica a la confianza y a la acción de gracias: Tú, Señor, me salvaste del abismo profundo; da, pues, fuerza a tu siervo y yo te alabaré de todo corazón.
Los acentos de súplica y confianza de este salmo pueden fácilmente ser el arranque de la oración de nuestro nuevo día. Como el salmista, llamemos todo el día y, si en algún momento de la jornada nos creemos sumergidos en el mal o descorazonados por las dificultades, recordemos las antiguas maravillas de Dios para con su pueblo “grande eres tú, y haces maravillas” y esperemos que el Señor nuevamente nos ayudará y nos consolará.
Diana Gómez
Novicia MAR

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