LECTIO DIVINA LUCAS 10, 38-42
Qué riqueza el mensaje de la Palabra de Dios que en este
domingo la liturgia nos regala. Hospitalidad para con Dios, como lo hizo
Abraham. Hospitalidad como lo hacen Marta y María. Pero sus actitudes para
acoger a Jesús y abrirles el corazón marcan la diferencia.
Contexto: Jesús toma
la iniciativa, durante el camino, de entrar en una casa. Va confiado y cierto
de que será recibido. (v.38).
¿Qué dice el texto?
¿Qué personajes aparecen? ¿Qué actitudes y sentimientos descubro?
Jesús ha sido recibido por Marta. Marta cumple con las
normas de hospitalidad y se dedica de corazón a prestar el mejor servicio.
Añade el texto que Marta tenía una hermana, María, que asume
otra actitud frente al Maestro, y a sus pies, escucha su palabra. (v.39) Me
pregunto, ¿Cómo serían las palabras de Jesús? ¿Qué calor humano-divino llevarían
su contenido?¿Qué mensaje profundo estaría revelando? ¿No estaría acaso
hablando del Reino, del proyecto de su Abba?...sin duda alguna.
Marta entra en crisis. Es víctima de sus compulsiones y
busca la atención del Señor, reclamándole sobre la actitud “pasiva” de su
hermana (v.40). Jesús sin embargo, no responde al reclamo, sino que le
advierte, dándole nombre a sus reclamos: “afanada y turbada” en muchas cosas
(v.41), y para Jesús, una sola cosa es necesaria, la cual María supo elegir, y
no le será quitada (v.42).
¿Qué me dice a mí?
Hay un fenómeno que se llama el demonio del activismo. Es
aquel que me ocupa en tantas cosas, muy misioneras por cierto, que justifican
mi necesidad de encontrarme conmigo misma, y allí encontrarme con el Señor.
Esto se vence escuchando. Escuchar supone callarse, donar tiempo, aguardar, acoger,
querer entender, preguntar, sugerir... y de nuevo callarse. Por ello escuchar
es equiparable a un arte de exquisita belleza o a un ejercicio de considerable
pericia y esfuerzo.
Escuchar es necesario para vivir, no tan sólo para
postergar la muerte; pero además es un modo de vida, y una oportunidad,
especialmente para el que escucha.
Porque dejar de escuchar es empezar a repetirse y a
ser siempre menor que el pasado.
Al contrario, escuchar con sabiduría es avanzar en
la verdad del escuchado. ¡Bienaventurado entonces quien escucha la Palabra de
Dios y la cumple!
Todos llevamos una Marta y una María; ninguna es
mejor que otra. Simplemente, María, nos enseña el arte de discernir qué es
lo mejor y más agradable a Dios en cada momento y circunstancia. Cuando nuestra
oración es una decisión en el día a día, impostergable, comienzo a entender y a
vivir la misión que el Señor me ha encomendado.
Somos misioneras (activas) y recoletas
(contemplativas) pasando por la fraternidad (hospitalarias). Siento que el Señor
me pide mucha conversión en este aspecto. Por estar muy ocupadas pasamos de
largo por el hermano. Sí, lo vemos, lo tenemos ahí, lo atendemos, pero ¿cuándo
lo escuchamos?. Jesús, indudablemente, pedía algo más que un servicio. La
caridad empieza cuando hemos sentido a borbotones el amor de Dios, y ya no nos
interesa tanto nuestra vida, sino las prioridades del Señor.
Tengo un hermoso recuerdo de Madre Ángeles García,
contemplativa en la acción. Ella, ya en su vejez, hacía ganchillo en una sala
contigua a la Capilla, allá en mi pueblo de Las Gabias. Mientras hilaba su tejido, hablaba con Jesús y también
le escuchaba.
Nuestra madre María, sabía guardar todo en su
corazón. Nuestro corazón es el hogar más cierto para ser hospitalarios con el
Señor y con los hermanos.
¿Qué me hace decir el texto?
Gracias Señor. Eres maravilloso. Cuánto me falta;
pero como tú voy por el camino procurando tu encuentro; Tu me llamas, yo te
abro. No permitas que mis oídos torpes no te escuchen, ni mis manos ocupadas te
dejen de abrazar en el hermano más necesitado. Dame intuición para ser asertiva
e ir más allá de la apariencia. Pues, como dice el Principito, sólo se ve bien
con el corazón.
Nieves María Castro Pertíñez. mar
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