LECTIO DIVINA PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO -A -Mt 24,35-44
CONTEXTO. Todo el capítulo 24 pertenece al discurso escatológico de Mateo. Si
recordamos el texto de hace dos domingos, este es el paralelo de Lucas, donde
se nos hablaba del final de los tiempos y de la destrucción del templo. De
igual forma en Mateo, Jesús alerta a sus discípulos para no dejarse engañar por aquellos
que quieren usurpar el nombre de Cristo. Aparecerán los grandes fenómenos que
parecieran suponer el fin pero no es así; al igual que Lucas habla de
persecución y odio por causa de su nombre; escándalo y traición; falsos
profetas y deserción de los cristianos.(vv.1-12), pero ante todo esto, viene la
exhortación de Jesús, el que persevere se salvará (v.8) y todas las naciones recibirán
el anuncio del Evangelio, después vendrá el fin (v.19-14).
Después de muchos signos y destrucción, el Hijo del hombre aparecerá con
poder y gloria (v.30) y reunirá a los suyos (v31), y termina invitando al
discernimiento puesto que todo pasará, pero la palabra del Señor no pasará. (v
32.35).
Jesús invita también al anuncio.
Cada cristiano tiene la responsabilidad de anunciar a Cristo desde sus
posibilidades y vocación; no podemos
quedarnos de brazos cruzados, ¡ay de
nosotros si no predicamos el evangelio y no lo testimoniamos con nuestra vida!.
¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO? Me fijo en Jesús que compara a
los hombres que viven en esta fase final, caminantes hacia el momento último,
con la generación del tiempo de Noé. Vivían en la despreocupación total de las
cosas que se avecinaban sobre ellos. Y se destaca en la comparación la
auto-seguridad y disfrute de la vida como el contrapunto necesario para poner
de relieve un cambio radical: de la seguridad a la destrucción. El cristiano no
debe ser sorprendido en la imprevisión. No podemos dejar las cosas para el
último momento. Cada día es un regalo para vivir en conversión. San Agustín nos
recuerda siempre que somos caminantes, peregrinos hacia Dios, nuestra casa
definitiva; y por eso mantenemos el corazón levantado, porque si nos quedamos
pegados a las cosas de la tierra, el corazón se pudre. El Adviento es una oportunidad de abrir el corazón al misterio de Cristo vivo, proclamando la inmensa necesidad que tenemos de Él. Evocamos la primera y segunda venida del Salvador. Es, pues, ocasión propicia para renovar nuestra fe y nuestra responsabilidad ante el misterio salvífico de Cristo. Los símbolos que nos presenta la liturgia cabe sintetizarlos en tres; el monte del que habla Isaías que para nosotros es el calvario donde se realiza la redención y la reconciliación para todos los pueblos, el reloj (Rom.13,11-14) que nos avisa de que es el momento de despertar; el hoy de mi existencia me pide que esté despierta, que no me deje adormecer por la rutina, sino que al contrario, cada día mantenga vivo el deseo de Dios de cara a mi encuentro definitivo y eterno. También Mateo nos evoca la actitud del vigilante porque Dios está pasando continuamente, y puedo correr el riesgo de no verlo por falta de atención y por tanto no estar preparada para el encuentro que es Gracia.
De ahí la responsabilidad de todo cristiano de no poner obstáculos a la
misión salvadora y redentora de Cristo. A todos nos incumbe siempre una actitud
misionera, en la medida de nuestras posibilidades, según los diversos estados
en que vivimos nuestra vocación.
¿QUÉ ME HACE DECIR EL
TEXTO A DIOS? Nuestra
salvación está cerca. Por la fe ya
te he conocido Señor; ya no puedo caer en la inconsciencia de vivir en la
irresponsabilidad de los hijos de las tinieblas. Tengo ansias del encuentro
definitivo contigo. Esta vida presente que vivo es una marcha hacia el futuro. Siempre he
vivido con el símbolo del caminante, porque recoge lo más intimo de mi ser. Mis
aspiraciones ya no dependen de mi; mis aspiraciones son las aspiraciones de esta humanidad que busca el sentido profundo de la historia que radica
en Ti, Cristo Redentor y Salvador, como respuesta a nuestro deseo más profundo
de plenitud. Si me aparto de aquí ya no camino en la luz.Quiero reaccionar Señor, viéndolo todo a la luz de tu presencia y compañía, para poder llevar también esperanza a un mundo que la ha perdido, porque ha caído en la inconsciencia de sentirse habitado por un Dios niño, encarnado, intrahistórico, pero a la vez, transcendiendo los límites de la muerte y el absurdo, para darnos la certeza de su eterna existencia.
Quiero vivir con responsabilidad la fe que me has entregado, y con ella la esperanza y la caridad, para reconciliar el corazón humano ofreciendo tu amor sin esperar nada más que la Gracia que generosamente nos vas dando en tu Palabra y Eucaristía.
“Las dos mujeres que se hallan en el molino
simbolizan al pueblo. ¿Por qué se dice que están moliendo? Porque, encadenadas
al mundo, están como retenidas por la piedra del molino en el afán por las
cosas temporales. También una de ellas será tomada y otra dejada. ¿Cuál de
ellas será tomada? La que obra bien y atiende a las necesidades de los siervos
de Dios y a la indigencia de los pobres; la que es fiel en la alabanza, se
mantiene firme en el gozo de la esperanza, se entrega de lleno a Dios, a nadie
desea mal y ama cuanto puede no sólo a los amigos, sino también a los enemigos;
quien no conoce a otra mujer fuera de la suya ni a otro varón fuera de su
marido: ésta es la mujer que será tomada de las que estaban en el molino. La
que no se comporte de esta manera será dejada. (san Agustín, Comentario al salmo 99,13)”.
Nieves María Castro Pertíñez . MAR
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