TESTIMONIO SOBRE HNA. CLEUSA COELHO


Me llamo Francisca Braga Malveira, novicia de la congregación de Misioneras  Agustinas Recoletas… Nací y crecí en Lábrea ciudad donde hermana Cleusa entrega su vida al Señor con total despojo, hasta la última gota de sangre en el martirio.

Mirando mi historia vocacional hablo que Dios me fue llamando a la vida Religiosa a través de la hermana Cleusa. Su vida ejemplar siempre me impactó. Todo el pueblo de Lábrea la  venera, y  esta veneración también llegó hasta mi casa. Me acuerdo siempre haber escuchado de mi madre, mis tías… algo sobre una hermana que fue asesinada por defender a los indígenas; esto de poquito a poco iba cayendo  en mi corazón, provocándome muchos interrogantes. Hasta que por la ocasión de la celebración de los 25 años   de su martirio la Iglesia de Lábrea en la figura de las Hermanas Misioneras Agustinas Recoletas y de los Padres agustinos Recoletos realizan un gran triduo recalcando  su entrega generosa a Dios que se culmina en el martirio. Es en este momento donde me dispuse   para conocerla de cerca. La sorpresa fue grande “nadie tiene mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos” me cuestioné pero ¿qué    clase de amor es ese?  ¿Cómo puede? En la catequesis enseñaba que Jesús murió por nosotros porque nos amaba, pero esta afirmación me era muy lejana y no me causaba ningún efecto, pero en este momento yo tenía delante de mí una persona que había hecho lo mismo: “entregó su vida por aquellos que amaba”.

En ninguna otra persona veía más expreso el rostro amoroso de Dios aun desconociendo su amor, que en aquella mujer  sencilla y humilde que murió amando  a Alguien que la impulsaba a salir de si, y entregarse a los demás, a los que la necesitaban. Y decía en mi interior ¡quiero ser como ella! Viendo su ejemplo iba dándome cuenta que existía algo mucho mayor y mejor  de lo que mis ojos podían captar. Empecé a disponerme para buscar y a la vez dejarme ser encontrada y contagiada por esta misma fuerza que resplandecía en aquella mujer que a pesar de una muerte cruel permanecía viva en la memoria de las personas  y de una manera u otra continuaba dando testimonio de  Aquel que condujo su vida…
Cleusa amó hasta el extremo, “dando solo a Dios el Honor y la Gloria”. Proclamó y extendió el Reino de Dios a los predilectos de él: a los encarcelados, pobres, despreciados, enfermos, injuriados… “Alimentó al hambriento, dio de beber al sediento, hospedó al forastero, vistió al desnudo, visitó al enfermo y a los encarcelados” (Mt 25, 34b- 36). Amar a Cristo y servirle en la persona del hermano fue su decisión e imitando al Maestro entrega su vida libremente por Aquel y aquellos que amó.


En la sencillez, la humildad, el despojamiento y en el amor, exhaló el buen aroma de Cristo, virtudes que a lo lardo de su vida resplandecieron cómo luz  en las tinieblas… En la Hermana Cleusa veo que el Reino de Dios está aconteciendo en medio del mundo y que yo también estoy llamada a extenderlo y  darlo a conocer…   

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