FORTALEZAS DEL CARISMA AGUSTINO RECOLETO


Del 08-14 de junio varias hermanas de la provincia S. Agustín hemos vivido los ejercicios espirituales agustinianos en el Monasterio de Nuestra Señora de la Candelaria, en Ráquira, Boyacá, experiencia por la cual Dios nos sigue instruyendo con su ternura, esta vez por medio del P. Carlos María Domínguez, OAR, miembro de la comisión de Revitalización de la Orden.

El tema central de esta primera fase es la vida comunitaria fraterna, fortaleza de nuestro carisma Agustino Recoleto.  Para mí ha significado “guardar silencio para escuchar” la novedad de Dios frente al don de la comunidad, posible gracias a su presencia siempre fiel y a la respuesta positiva de conversión continúa en las relaciones entre las que hemos sido llamadas. Así mismo para reconocer sus invitaciones ante la construcción constante de la comunidad:
EL FUNDAMENTO DE LA COMUNIDAD: Hch. 2,42-47; 4,32-35
Toda comunidad debe tener como referencia a la Trinidad Santa, comunidad de Amor, pues Dios es comunidad.  Él es el fundamento central de  la comunidad ya que la fe en un mismo Dios nos une y nos ánima a ir en dirección hacia Él.
Significa una invitación fuerte a reconocer a Dios más profundamente en mis hermanas dando la justa y real medida a nuestras diferencias, reconociendo en todo que sólo Él nos une.
Acogí con novedad el descubrir a la comunidad como instrumento que posibilita la salvación y felicidad de sus miembros, así como el que la consagración a Dios y el testimonio es comunitario.
LA COMUNIDAD Y LA ORACIÓN: Lc. 11,1-13
El punto de partida de toda oración es la oración misma de Jesús.  Él es quien origina, impregna y fortalece nuestra oración enderezando los pasos del discípulo al proyecto del Padre.
Como comunidad, aprendemos a fortalecer la conciencia filial y la confianza de ser escuchadas a  través de la vivencia de la oración, así como el presentarnos necesitadas ante Dios.  En el Padre Nuestro, oración matriz de los cristianos, se concretiza la invitación discipular de pedir sin cesar levantando el corazón continuamente:
ØPadre: A partir de la  filiación paternal pedimos, buscamos, llamamos al que nunca cierra sus entrañas misericordiosas.

Ø  Santificado sea tu Nombre: “Haznos santos”

Ø  Venga tu Reino: “Aumenta el deseo de vivir y ser parte de este Reino”

Ø  Hágase tu voluntad: “Haznos dóciles a tú querer”

Ø  Danos hoy nuestro pan de cada día: “Danos aquello que nos hace falta para sostenernos como tus discípulas y peregrinas.”

Ø  Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a quien nos ofende: “Pedimos ser perdonadas para estar capacitadas en el perdón.”

Ø  No nos dejes caer en tentación: “Reconocer nuestra debilidad y dejarnos ayudar por Dios para salir vencedoras de éstas y no consentirlas.”

Ø  Líbranos del mal: “Líbranos de satanás (aquel que separa).  Pedimos sabiduría para acoger lo bueno e ir tras Jesús.”

Reconocía la confrontación de ¿Con qué actitud estoy acogiendo “el pan de cada día” que me es proporcionado como fuerza en el seguimiento?

LA COMUNIDAD Y LA CARIDAD: 1era Juan 4,7-21
En la comunidad no nos amamos con el amor propiamente humano, sino con el Amor de Dios y este tiene características propias que interpelan nuestro deseo de aprender a amar: amor que se entrega, se dona a sí mismo, se difunde, amor hasta la muerte.
Este amor se condensa en la entrega, única forma verificable, por lo que es necesario captar la oportunidad de entregarse que Dios proporciona a través de las hermanas y circunstancias.
San Agustín expone que lo esencial en la vida monástica es el Amor, que une, cohesiona, da sentido, motiva y da libertada a la acción/obras.  Esto me invita a estar sobre mí para discernir continuamente ¿Qué me motiva a servir en mi comunidad?
Acogí la novedad de Dios en esta luz: “La caridad es algo más profundo que amar a Dios presente en mi hermana, más bien es estar disponible a ser un canal que le muestre (obras, actitudes, sentimientos) el amor de Dios para con ella.”
LA COMUNIDAD Y EL PERDÓN: 
Mt. 18,21-35
El encuentro y amistad fresca con Dios misericordioso, en donde presentamos con humildad nuestras heridas para ser curadas, nos capacita para ofrecer el perdón que recibimos de Él.

Este perdón tiene unas dimensiones únicas: sin límites, recíproco, desde el corazón, disponible para todos, sin resentimiento, incondicional.
Dentro de la comunidad, conformada por seres humanos, ocurren roces inevitables que invitan al perdón, para que lo sencillo no se convierta en cizaña, y a la delicadeza entre los hermanos.  Esto me invita a reconocer en la práctica del perdón la caricia más excelsa del amor de Dios a mis hermanas.
LA COMUNIDAD Y LA EUCARISTÍA: 1era. Corintios 12,12-30
San Agustín fue un enamorado de la Eucaristía, considerando seriamente su condición de peregrino, reconoció en está “entrega” el Pan de cada día, así como el signo perfecto de la comunidad.        Todos los miembros en la comunidad formamos el Cuerpo de Cristo.
Esta vinculación representa también una llamada a trabajar por la unidad, una apertura a ser en lo ordinario lo que recibimos, es decir, ser Eucaristía, ser Entrega y prolongar la experiencia de comunión con Cristo en el día y las acciones que realizamos.
Llama mucho la atención esta ligación de las cinco dimensiones con la comunidad: Dios, oración, caridad, perdón, Eucaristía, ya que mientras vivamos el seguimiento de Jesús acompañadas unas de otras, estará latente la invitación de vivirlas con profundidad.
Me anima esta experiencia que reconforta mi confianza en Dios y su proyecto comunitario para nosotras, llamándome a vivir con libertad, alegría, perseverancia, responsabilidad y compromiso el don de la comunidad.

Brenda Ovalle Novicia MAR













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