77 ANIVERSARIO DE ORDENACIÓN EPISCOPAL MONSEÑOR FRANCISCO JAVIER OCHOA, OAR

DEJÁNDOME IMPACTAR

Hoy, 31 de octubre, cerramos el mes de las misiones. A lo largo de estos 31 días hemos disfrutado de un santoral espectacular donde los testimonios de tantos santos, unas de clausura, otros mártires, otros misioneros, me han llevado a pensar qué querrá Dios de cada cristiano, en primer lugar de mí.

Indudablemente, la gracia de Dios juega un papel preponderante. Pero, uno se pregunta ¿si ellos pudieron entregarlo todo por la misión, es decir, por el proyecto de Jesús, por qué yo no? ¿Por qué nosotros no?

Mirar estos testimonios me dan escalofríos, me confrontan, me animan, me reorientan; más, ciertamente, necesito de la gracia de Dios. Aunado a esto, hemos visto la película del Beato Pablo VI; ¡impactante también! La santidad se fragua en el sacrificio, en la entrega total, en vivir lo que nos toca vivir abrazados a la cruz de Cristo, desde donde Dios quiere; no desde donde yo quiero. Es por eso que hay una gran invitación a escuchar cada día: su Palabra, como luminaria en el decir agustiniano; los acontecimientos, donde Dios mora en el corazón del hombre; la realidad que me rodea, que a veces no entiendo, pero que tengo que escrutar para dejarme tocar, afectar y aferrar al que todo lo puede.

Por eso, hoy Monseñor Ochoa, mi querido y amado fundador, en tu 77 aniversario de ordenación episcopal, quiero decirte algo:

Tú estás cerrando nuestro mes de las misiones. Yo soy misionera agustina recoleta; lo soy de nombre, de profesión, por un don recibido y lo soy en gran parte, gracias a ti.

Querido Monseñor Ochoa, siempre te he visto como ese hombre de Dios, agustino recoleto; fraterno, enamorado y apasionado por Cristo,  y sobre todo misionero; es decir, aquel que siente el celo por la mies que aún no conoce a Cristo.

Tu experiencia misionera fue Ad Gentes; en el límite, en la frontera; con el extranjero; en tierra de paganos, por decirlo de alguna manera; pero fue una experiencia desde la fraternidad; porque entendiste muy bien qué significa seguir a Jesús, qué significa dejarlo todo, qué significa vivir para la justicia y te dejaste tocar por una impresionante realidad: las niñas abandonadas a los pies de las puertas del convento; y la gran multitud de gentes que no conocían a Cristo. Nosotras nacimos en misión  Ad Gentes: esto no lo podemos negar, y menos aún dejar de priorizar.  

Quisiera Monseñor que echaras una mirada a nuestra realidad. Ciertamente estamos dando pasos. Nos hemos dado cuenta que estamos flacas en el carisma y queremos renovarnos por dentro; queremos volver al primer amor; y por supuesto queremos creer y apostarle a la fraternidad.

Pero, míranos Monseñor un poquito más de cerca. Mira nuestras comunidades, y dinos desde tu corazón si estamos priorizando lo esencial de nuestro carisma, si estamos buscando caminos juntas para estar donde Dios quiere y nadie va; si los pobres son nuestros preferidos; si no nos está dando miedo arriesgar; a perder algo que siempre fue pero que ya no es, y nos está debilitando.

Monseñor, yo quisiera de verdad que tuvieras una palabra asertiva para que nosotras podamos comprender. Sé que me vas a decir que el Espíritu de Jesús Resucitado nos conduce, que lo escuchemos; pero también sé que nos vas a decir que para ser verdaderas misioneras, hay que dejarlo todo; para ser verdaderas agustinas, hay que apostar por el amor y priorizar los espacios compartidos en la fe y la alegría, en los dolores y el perdón;  abriendo las puertas de nuestro corazón y las puertas de nuestras casas para que quepan los hermanos; y que para ser verdaderas recoletas hay que ir a la fuente que es el corazón donde tu moras y solo tu llenas, para repetirnos como el Papa Francisco: que ningún religioso/a, ningún sacerdote, ningún novicio/a busque ningún consuelo y ninguna consolación fuera del Señor

¿Qué nos estará pasando Monseñor? ¿Volveremos a las fuentes para encontrar una palabra tuya que no sea teoría sino praxis? ¿Volveremos al Evangelio para vivir la radicalidad del mismo sin medias tintas? ¿Volveremos a nuestra espiritualidad agustiniana tan rica en interioridad, en conversión continua y en generosidad para estar donde la Iglesia nos necesita?

Monseñor, esto quería decirte desde el fondo de mi corazón. Para mí eres un gran misionero. Te admiro y deseo con todas mis fuerzas ser fiel a este carisma; pero como decía al principio: tengo que ser mendiga continua para pedir la gracia de Dios, porque sola no puedo ya que mi debilidad es muy grande. Asístenos a cada una de las MAR en esta gran necesidad.  
Gracias Monseñor, por  tu testimonio misionero agustino recoleto.

Nieves María Castro Pertíñez. MAR

Nuestra Novicia Miriam Horta nos regala este video que nos recuerda acontecimientos especiales de la vida y misión  de Monseñor F.J. Ochoa




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