IV. TERCER RETO: LA HUMILDAD CREO EN CRISTO HECHO HOMBRE







Simpliciano, (…) decía que debía
escribirse con letras de oro
(…) por todas las iglesias en los lugares
más destacados (…)
el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
(Civ. 10, 29)
A. Simpliciano, la razón y la Encarnación

San Agustín nos habla de Simpliciano (presbítero de la Iglesia de Milán y catequista de san Ambrosio) en Las Confesiones 8, 1.

Este sacerdote ayudó a San Agustín a descubrir que la verdad que buscaba estaba en la Iglesia Católica, además le ayudó  a ver que no existía contradicción entre la ciencia, filosofía y cristianismo.

De esta manera san Agustín comienza a formar parte del grupo “círculo neoplatónico milanés”. Este grupo estaba formado por cristianos cultos, que comentaban desde un punto de vista cristiano, las obras de Plotino, Platón… 

Los filósofos hablaban sobre Jesús y expresaban que era el Verbo de Dios o el Logos del Padre, sin embargo no llegaban a hablar de la Encarnación del Logos o Verbo.

La filosofía sirve a san Agustín y a Simpliciano como un instrumento que les ayuda a comprender de una mejor manera la revelación cristiana, pero esto va más allá: logran comprender el misterio de Dios omnipotente, todopoderoso que se hace hombre, asumiendo de esta manera la fragilidad y debilidad del hombre por amor.

Simpliciano comenta a san Agustín, que un platónico le dijo que debían escribir en todas la iglesias con letras de oro la Encarnación del Verbo, pues éste es el acontecimiento esencial de la fe, es el principio de la redención y salvación.

B. El descenso del Verbo de Dios al barro del hombre

San Agustín se enamora del Verbo Encarnado que se hace hombre solo por amor para nuestro rescate. El descender de Jesús implica asumir el barro del hombre.

San Agustín compara la Encarnación de Jesús con una lámpara de barro (ésta sería la naturaleza humana del Redentor), en la que se ha encendido una luz (naturaleza divina de Cristo). Dios toma está lámpara para buscar la moneda (al hombre) para acuñar nuevamente la imagen de Cristo, deformada por el pecado:

¿Acaso no encendió la lámpara de su carne mientras colgaba de la cruz? (en. Ps. 103, 4, 2)

En el momento de la crucifixión, se encendió el barro asumido por Cristo, así llega la luz de la redención a todos los hombres, Cristo es quién nos salva y fuera de él no hay otro redentor.

C. Camino por Cristo Hombre

Los seres humanos fuimos salvados, recibimos la redención por parte de Jesús que asumió la naturaleza humana:

Nosotros no podíamos volver a Dios sino por la humildad porque habíamos caído por la soberbia (…) Nuestro mismo Redentor se ha dignado mostrar en sí mismo un ejemplo de esta humildad, camino por el cual habíamos de volver. (f. et. Symb. 4,6).

San Agustín concluye lo siguiente: por la redención somos hijos de Dios, somos hijos por la obra de la redención y Cristo es el unigénito del Padre.

Agustín deja claro que:

El Hijo es (…) Dios de Dios, luz de luz. Nosotros no somos luz por naturaleza, sino que somos iluminados por aquella luz para que podamos brillar por la sabiduría. (f. et. Symb. 4, 6)

D. Cristo encarnado es el camino

San Agustín plantea que todo cristiano está llamado a imitar a Jesús Hombre, llegar a convertirse en otro Cristo. Nosotros debemos de caminar por Cristo Hombre para poder llegar a Cristo Dios. En Jesús encontramos el modelo para llegar al Reino de Dios:

Tal es el camino: camina por la humildad para llegar a la eternidad. Cristo – Dios es la Patria a donde vamos; Cristo – Hombre, es el camino por dónde vamos. (s. 123, 3)

La muerte de Jesús en la cruz es la enseñanza para todos los creyentes, así podemos afrontar el sufrimiento y el dolor, llenos de paciencia, esperanza y confianza plena en Dios. Dios nunca nos prueba más allá de nuestras fuerzas. Cristo en su resurrección nos enseña lo que debemos esperar.

En la cruz nos enseña todo lo que debemos sufrir; en la resurrección, qué es lo que debemos esperar. (Symb. cat. 3, 9)

Esto es lo que debemos aprender de Cristo:

(…) él [Cristo] el Maestro que proclama: Venid a mí todos los que estáis cansados y fatigados y aprended de mí. Pero ¿qué aprendemos de él? Que soy manso – dice - y humilde de corazón (Mt 11, 27-29), (Virg. 50,51).

E. Epílogo

San Agustín tenía su fe puesta en Cristo Redentor, humilde, que se hizo Hombre; por esta razón podemos ver rasgos de la humildad de Jesús en San Agustín.

San Agustín en su aniversario episcopal, daba una comida a los pobres, y exclamaba a sus fieles que no a todos los podía alimentar, dar de comer pero que les daba como manjar su palabra:

(…) a vosotros ofrezco como manjar mi palabra. Me es imposible dar de comer a todos pan palpable y visible; de donde saco para alimentaros a vosotros, de allí saco para alimentarme yo; soy un siervo, no un padre de familia. (s. 399, 4).


Síntesis realizada por Miriam Horta, Novicia MAR

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