Una vida especialmente consagrada


 La consagración religiosa  cuando se habla de vida consagrada y sobre todo, con artículo determinado, designa el modo propio de vida de los religiosos y de los miembros de institutos seculares. No se hace por exclusión, como si no hubiera en la iglesia otras formas de consagración, o como si ella expresase exhaustivamente y hasta agotase en sí misma toda la consagración cristiana. Porque es cierto que la vida cristiana es también vida consagrada, y lo es en sentido propio. Más aun, la consagración bautismal es la base, la raíz y el fundamento de toda otra consagración. Por eso, sería mejor y más exacto hablar de vida especialmente consagrada. El adverbio de modo especialmente sirve para evitar dos equívocos o dos perspectivas erróneas: la de creer o inducir a creer que sólo la vida religiosa  es vida consagrada, lo cual es un verdadero error; y la de pensar o dar a entender que la consagración religiosa se confunde con la consagración bautismal, o no implica ni supone ninguna especificidad o distinción cualitativa, lo que sería otro error. Ni monopolio exclusivista, ni tampoco confusión niveladora; porque quien excluye no integra ni comprende y quien no distingue adecuadamente, confunde.

Por este medio la consagración, en sentido propio y hablando en lenguaje cristiano es decir, en la más rigurosa teología, debe entenderse siempre en referencia explícita inmediata y hasta exclusiva a Cristo, como una real configuración con él por eso siempre que se dé esa auténtica configuración, un real parecido con Cristo en una dimensión esencial de su misterio y no solo en un simple aspecto de su vida, se da una real y verdadera consagración. Y según sea la distinta dimensión del misterio de Cristo con la que uno se configure o mejor sea configurado por la acción del Espíritu Santo, será la distinta consagración. De modo que éste es el criterio decisivo para saber cuándo existe consagración en sentido propio y formal, en sentido teológico-teologal, y en qué consiste esencialmente la consagración.

Las distintas formas de vida cristina, las distintas vocaciones, en sentido estricto solo pueden entenderse e interpretarse teológicamente desde el seguimiento evangélico de Jesucristo. La vida especialmente consagrada también en sus diversas y múltiples formas es un modo peculiar y específico, original y propio, aunque no exclusivo, de seguir e imitar a Jesucristo. Porque es seguirle e imitarle en su manera histórica de vivir totalmente para los demás, o sea, en el misterio de su proexistencia: en su virginidad, castidad, pobreza y obediencia, que constituyen su modo histórico de existir y de actuar en favor de los otros, de Dios y de los hombres, del Padre y de los hermanos.

Hay que recordar que la más esencial misión del cristiano seglar, del cristiano sacerdote y del cristiano religioso, consiste en vivir de verdad esta respectiva consagración. Porque, hablando con rigor la verdadera misión no es algo sobreañadido a la propia identidad, sino la misma identidad en su sentido dinámico y operativo. Es decir sin identidad no puede haber misión. Y sin misión la identidad se desvanece.



Maricela Hernández. Novicia MAR

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