Domingo XXXI del Tiempo Ordinario - Ciclo A Evangelio según san Mateo (23,1-12)
“El que se ensalce,
será humillado; y el que se humille, será ensalzado”
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO.
Espíritu Santo, Tu que me
aclaras todo, que iluminas todos los caminos para que yo alcance mi ideal.
Tu que me das el don divino de perdonar y olvidar el mal que me hacen y que en
todos los instantes de mi vida estás conmigo.
Quiero en este corto diálogo agradecerte por todo y confirmar que nunca quiero
separarme de Ti, por mayor que sea la ilusión material.
Deseo estar contigo y todos mis seres queridos en la gloria perpetua.
Gracias por tu misericordia para conmigo y los míos.
Gracias Dios mio. AMÉN.
CONTEXTO.
El evangelio de hoy
forma parte de la larga crítica de Jesús contra los escribas y los fariseos (Mt
23,1-39). Lucas y Marcos tienen apenas unos trozos de esta crítica contra las
lideranzas religiosas de la época. Sólo el evangelio de Mateo nos informa sobre
el discurso, por entero. Este texto tan severo deja entrever lo enorme que era
la polémica de las comunidades de Mateo con las comunidades de los judíos de
aquella época en Galilea y en Siria.
TEXTO.
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 1-12
En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos,
diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos:
haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque
ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los
cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un
dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las
filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos
en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan
reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en
cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y
todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra,
porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros,
porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será
vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será
enaltecido.»
¿QUÉ DICE EL
TEXTO?
En el texto del
Evangelio de hoy podríamos decir
que éste tiene tres partes:
1.
Una
breve introducción que presenta a Jesús y a sus destinatarios (23,1).
2.
Una
descripción crítica de la “hipocresía” (a) de las enseñanzas y actividades de
los escribas y fariseos, y (b) de su deseo de recibir homenajes públicos
(23,2-7). Se podría titular: “un polémico retrato de la vanidad”.
3.
Una
enseñanza sobre el comportamiento distintivo de los discípulos de Jesús, que
comienza con la frase “vosotros en
cambio…” (23,8-12).
Veamos las dos partes
centrales:
Jesús condena la
incoherencia y la falta de sinceridad en la relación con Dios y con el prójimo.
Está hablando contra la hipocresía tanto de los escribas y los fariseos de
aquel tiempo como de nosotros, hoy.
El error básico: dicen y
no hacen. Jesús se dirige a la multitud y a los
discípulos y critica a los escribas y fariseos. El motivo del ataque es la
incoherencia entre palabra y práctica. Hablan y no practican. Jesús reconoce la
autoridad y el conocimiento de los escribas. “Están sentados en la cátedra
de Moisés. Por esto, haced y observad todo lo que os digan. Pero no imitéis su
conducta, porque dicen y no hacen!”. El
error básico se manifiesta de muchas maneras. El error básico es la
incoherencia: “Dicen y no hacen”. Jesús no critica su adhesión a la Ley sino su
motivación: la auto-glorificación.
La incapacidad de levantar si quiera un dedo para ayudar a otros y
para vivir la Palabra que enseñan, se debe a una motivación de fondo:
lo que buscan no es ni la gloria de Dios ni el servicio a los otros sino la
ovación pública, lo cual hace de su piedad un show.
Pasemos
a la tercera parte; Jesús ahora enfoca a la comunidad de los discípulos. Por
eso en su discurso cambia a la segunda persona plural: “Vosotros, en
cambio…”.
Es claro que quienes orientan a la comunidad, las “autoridades”, deben ser llamados de alguna manera. Jesús llama la atención sobre esto: los títulos pueden manifestar un espíritu contrario al de la humildad y la fraternidad, olvidando –además- que el verdadero superior es Dios y su Hijo enviado al mundo. No se trata, entonces, de una prohibición, como por ejemplo, de que a los sacerdotes los llamen “padres”. Eso sería fundamentalismo. Lo que Jesús está estableciendo en este pasaje es que ninguna autoridad se puede ejercer en nombre propio sino en comunión con el único Maestro, Director y Padre de la comunidad que son Jesús y su Padre. Ninguna autoridad se puede ejercer para satisfacción personal y honor propio, sino únicamente para el servicio de los hermanos: “El mayor entre vosotros será vuestro servidor” (23,11).
Es darle prioridad al otro, sobre los propios intereses, consiste la humildad. El
nombre de la humildad, por tanto, es “Jesús” servidor que se despoja de su
propia vida para rescatarnos para Dios. Jesús es el modelo del que sabe ”descender” para salvar.
¿QUÉ ME DICE
DIOS POR MEDIO DEL TEXTO?
Hoy el Señor a
través de su palabra me invita a ser coherente con mí pensar, mi decir y hacer.
Que no quiera ser como aquellos “maestros de la Ley” que solamente aparentaban
cumplir la ley cuando en realidad eran unos mentirosos. Hoy el Señor quiere que tome
consciencia de las veces que actúo como ellos, me invita a ser la mayor pero en
servicio, no en vanaglorias. El Señor en este evangelio quiere que vea más
allá, que amplíe mi mirada hacia las personas que más ayudan necesiten y que no
me haga la indiferente sino que haga vida la palabra de Dios.
¿QUÉ LE DIGO
YO A DIOS?
Jesús mío, meditando tu Evangelio, me doy cuenta de
que frecuentemente me preocupo de cosas sin importancia, olvidando lo que debe
ser mi principal preocupación: corresponder a tu amor. Mi fe no se manifiesta
en ritos o devociones, sino en mis actos concretos de amor a Dios y a los
demás. Ayúdame, dame tu gracia, para que sepa amar, dejando a un lado toda
vanidad y deseo de aparecer.
Amén.
Jasmeiry De La Cruz
Novicia MAR
Jasmeiry De La Cruz
Novicia MAR



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