LECTIO DIVINA-II DOMINGO DE PASCUA-FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA-CICLO B-Jn 20 19-31


                        «Dichosos los que creen si haber visto».
Cada segundo domingo de Pascua la Iglesia Universal celebra la Fiesta de la Divina Misericordia, la cual fue establecida por el Papa San Juan Pablo II el 23 de mayo del año 2000. Dicha fiesta tiene como fin hacer llegar a los corazones de cada persona el mensaje de que Dios es Misericordioso y ama a todos. Mensaje que desde los profetas se viene anunciando. Jesús es el rostro misericordioso del Padre que no se fija en la falta de fe de la persona, en el miedo o en las veces que el ser humano le es infiel, sino que Dios nos ve como creaturas necesitas de ÉL y por eso teniéndonos misericordia nos brinda siempre su infinito amor.

INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO.
Ven, Espíritu Santo,
Espíritu Santo Consolador, ven con tu fuerza y con tu poder, que sin herir ni violentar, ofreces en la conciencia el susurro de lo que es bueno y mejor, para bien de cada persona y de la comunidad humana.
Ven, sobre todo, a lo más íntimo de nuestro ser, donde se experimenta la turbación, el sinsentido, la desesperanza, la tristeza, el desánimo, el dolor y las lágrimas secretas. ¡Son tantos los que lloran sin que los mire nadie! ¡Son tantos los heridos de la vida que se creen incurables! ¡Son tantos los que piensan que no tiene remedio su dolencia!
Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro; amor, para quienes se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y también en su espíritu. Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de nuestras melancolías y desesperanzas.
CONTEXTO.
Lo que pretende el evangelista San Juan en esta bella narración es describirnos la situación concreta en la que se halla una Comunidad que todavía no ha hecho experiencia de la Resurrección.
En esta escena central de las apariciones, Jesús se revela a los discípulos como el mismo que sufrió y murió, mostrándoles las llagas de su pasión. Los discípulos se alegran al verle. Pero cuando Jesús habla se presenta como un ser divino que los bautiza con el Espíritu Santo haciéndolos una nueva creación, y confiándoles su misión.
TEXTO.
Del santo Evangelio según san Juan 20, 19-31
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré». Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dijo Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído». Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.                                                                      
¿QUÉ DICE EL TEXTO?
En este evangelio podemos rescatar y comentar algunas situaciones importantes, para ello veamos el evangelio en dos partes: La comunidad antes y después del encuentro con Jesús resucitado.
ESTA ES LA SITUACIÓN DE LA COMUNIDAD ANTES DEL ENCUENTRO CON EL RESUCITADO.
– Al atardecer de aquel día. Al atardecer se va la luz y viene la noche, es decir, el tiempo de la desorientación, el de no saber dónde se está y en consecuencia invade la inseguridad.  Lamentablemente hay muchas personas de nuestro tiempo  en esta situación. Están convencidos de que con la muerte todo se acaba-
– Las puertas cerradas. 
– Por miedo a los judíos. 
Después de la muerte de Jesús todo parecía haber acabado, ¡ya el maestro no estaba! El miedo se había apoderado de los corazones de los discípulos, y se puede ver cómo todo lo que Jesús les había dicho al parecer ellos lo olvidaron en ese momento de dificultad. Cerraron las puertas de su corazón por miedo. Esta actitud es la que muchas veces se suele tener en dificultades y que sabemos muy bien no es la actitud correcta porque Jesús bien les decía a los discípulos y nos lo dice hoy a nosotros: No tengáis miedo.

SITUACION DE UNA COMUNIDAD QUE SE HA ENCONTRADO CON JESÚS.
Jesús llega y se coloca en medio de ellos. A pesar de estar las puertas cerradas Jesús se presenta en medio de sus vidas. Él siempre toma la iniciativa y busca cómo entrar en nuestro corazón y ser el centro; pero depende del ser humano si quiere dejar que Cristo resucitado habite en él o no.
La paz esté con ustedes. Al decirle estas palabras Jesús les mostró sus manos y el costado y los discípulos al verlo se alegraron. La alegría de ver que el Maestro ha vencido la muerte y ¡está vivo! Jesús les vuelve a decir «la paz esté con ustedes» y les da una misión. Pero esta misión no va sola sino que va acompañada por el que impulsa y da vida: el Espíritu Santo. Los discípulos estaban encerrados porque tenían miedo, les faltaba la fuerza del Espíritu Santo, necesitaban recibir su poder. Como a ellos, Jesús también nos envía por medio del soplo de su Espíritu a pregonar su resurrección, a alegrarnos y a sentirnos llenos de su paz.
Actitud de Tomás. Tomás, como María Magdalena, buscaba equivocadamente al mismo Jesús de antes. Podrían haberle dicho que Jesús parecía un peregrino, o un jardinero, o un fantasma. Como Natanael al comienzo del evangelio, Tomás se niega a creer en el testimonio de sus amigos. No aceptaba nada si no veía y tocaba. Al reprocharle Jesús su incredulidad, Tomás responde con la mayor confesión de fe de un discípulo, reconociendo a Jesús como Señor y Dios.
Pero hay otra cosa importante en este texto: cuando Jesús se aparece la primera vez Tomás no estaba con ellos. La segunda vez que Jesús se les aparece ya Tomás está en la comunidad, es decir, Tomás no dejó de encontrarse con los hermanos. Aunque en un principio no estuvo con ellos, él volvió y es ahí donde puede ver junto con sus hermanos al Resucitado.
Cuando sintamos que nuestra fe flaquea, no abandonemos la comunidad y podremos renacer. Allí están Jesús y el Espíritu.

¿QUÉ ME DICE DIOS?
A través de este evangelio me siento llamada a escuchar la voz del Señor que me regala su paz y me llena de su Espíritu Santo. El Señor me invita a salir de mi zona de confort, a no tener miedo y con valentía y alegría anunciar que Él venciendo las tinieblas de la muerte ha RESUCITADO. El Señor se presenta en medio de mi vida y me pide ser el centro de ella; pide que lo deje actuar y que con su RUAH alejará todo miedo de mí.
El Señor  me llama a resucitar con Él también, a no ser incrédula sino mujer de fe, creyente. Me invita a permanecer en la comunidad y ver así como el Señor también se manifiesta en ella.
El Señor me invita y nos invita a preguntarnos si después de la Resurrección de Jesús, ¿Todavía tenemos miedo? ¿A qué? ¿A quién? A evaluar nuestra fe ¿Creo en el Resucitado o necesito tocar sus llagas y ver su costado?
¿QUÉ LE DIGO YO A DIOS?
Dame, Señor, la gracia de reconocer tu presencia, aunque no te vea con mis propios ojos. Ayúdame a confiar en el testimonio de los hermanos. Enséñame a que no necesito tener evidencias para creer en tu palabra, enséñame a enfrentar las dificultades con valentía, a recordar siempre tus palabras de ánimo en donde me invitas a no tener miedo.
Jesús regálame y regálanos esa paz que tanto necesitamos los seres humanos. Que podamos como Tomás hacer esa extraordinaria confesión de fe SEÑOR MÍO Y DIOS MIO.

Señor mío, en mi vida endereza lo torcido,
allana lo empinado, iguala lo escabroso,
encauza lo desbordado, explora mi exceso
y dibújale los lindes desde dentro,
pon orden a mi caos pero desordena mi orden.
No quiero resistirme más,
Dios mío, domíname con tu amor
como lo haces con el mar. 
(Francisco J. Buendía SJ)

 
Jasmeiry De La Cruz
Novicia MAR

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