CONVERSIÓN TEOLÓGICA: COMUNIÓN DE VIDA DIVINA
La
relación con Dios está también sometida a un proceso de transformación. Tiene
que pasar del infantilismo a la adultez, del mercantilismo a la total
alteridad, de la utilización a la adoración. La gloria de Dios y la
divinización del hombre es el punto de convergencia de los afanes humanos. Para
llegar ahí, el proceso es largo y exigente. El misterio de Dios suscita en cada
uno de nosotros su mejor mismidad, sus mejores potencialidades y sus
aspiraciones más profundas. Pero ellas crecen en medio de la cizaña, de la
adversidad representada por los pecados capitales que están incluidos en la
condición humana. La tríada trágica del dolor, la culpa y la muerte actúa en
nosotros como fuerza amenazadora y paralizadora.
Jesucristo
como Hijo de Dios, no es la mediación excluyente. El encuentro de Dios con
nosotros ha seguido muchos caminos. Y, a la inversa, el encuentro de los seres
humanos con el Dios vivo y santo es posible a través de muchos senderos.
Jesucristo los incluye y los plenifica. En efecto, Jesucristo es prefigurado en
el Primer Testamento; hacia Él se mueve la historia en su dinámica de
promesa-cumplimiento, que, a su vez, es promesa de un cumplimiento mayor.
Sostenida por la fidelidad de Dios, la esperanza contiene una constante
plusvalía sobre la experiencia. Por eso es una historia abierta al futuro.
El
desfigurado por nosotros ha sido transfigurado por Dios en la resurrección. El
Padre lo ha glorificado, ha revelado el esplendor de su gloria en él y por
medio de él. Transfigurado por la Resurrección de entre los muertos, va delante
de nosotros en la peregrinación de la historia hacia la consumación.
Yessica Victoria, Novicia MAR
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